Tras un breve descenso a causa de la crisis económica de 2008 y la pandemia, el flujo migratorio en la provincia ha vuelto a crecer de forma «abundante». «La llegada masiva de migrantes a Lampedusa o Canarias acabará llegando a Burgos», ha asegurado José Luis Lastra, consiliario de la delegación de Pastoral para las Migraciones. En las últimas dos décadas, el goteo de personas que ha llegado a la provincia ha sido constante hasta sumar el 11% del total de residentes, de los cuales el 3% la logrado ya la nacionalidad, sumando las 10.500 desde el año 2000.
Aunque pudiera parecer lo contrario, el gran porcentaje de extranjeros residentes en Burgos procede de Europa (el 50%), aunque se atisba un aumento significativo de flujo migratorio procedente de América Latina. Los países que aportan más población extranjera a la provincia son, por este orden, Rumanía, Bulgaria, Marruecos, Colombia y Portugal. 16.000 extranjeros cotizan con sus trabajos a la Seguridad Social, aunque sus empleos son precarios y sujetos a la temporalidad (estiman que otros 2.000 están parados). Desde la delegación diocesana de Pastoral para las Migraciones, también señalan un aumento exponencial de solicitudes de protección internacional –sobre todo de Venezuela y Colombia–, que en 2022 sumaron 677 (865 en el primer semestre de este año) y de las cuales tan sólo un 20% suelen ser aceptadas.
Son algunos de los datos presentados esta mañana con motivo de la celebración, este domingo, de la 109ª Jornada Mundial del Migrante y Refugiado. Con el lema «libres para decidir si migrar o quedarse», el objetivo de esta campaña es alertar de las situaciones que fuerzan a las personas a cambiar de país y concienciar para propiciar su acogida, protección e integración en los países de llegada. Para ello, han realizado una serie de vídeos y organizado varios actos en Burgos, Aranda y Miranda, como vigilias de oración, sesiones de videofum, círculos de silencio o encuentros de naciones. «Aunque sufran y lo pasen mal, la gente se ve obligada a abandonar sus países a causa de las persecuciones, las guerras, la miseria, las catástrofes naturales o la desidia de sus gobernantes», ha señalado la delegada diocesana, Hilda Vizarro.
A Baye Diop lo que le empujó a dejar Senegal fue el deseo de ayudar a su familia «a lograr sus sueños», «mejorar sus vidas» y que sus hermanas más pequeñas pudieran seguir estudiando tras la muerte de su padre. Hace dos años atravesó Mauritania y se embarcó en una patera junto a 47 personas más rumbo a Canarias en un «duro viaje» en la que perdieron la vida tres de sus acompañantes. Permaneció en Tenerife un año acompañado por Policía, Cruz Roja y Accem. De ahí pasó a la Península, haciendo escalas en Madrid, León y Miranda de Ebro, hasta llegar a Burgos. Acompañado por Cáritas y las Hijas de la Caridad en su Casa de Acogida, se afana por aprender el idioma «y comprender mejor la cultura española».
Mientras espera su permiso de residencia por arraigo social (debe esperar aún un año más), confía «poder seguir estudiando y encontrar un trabajo», pues su intención es quedarse en Burgos, una ciudad donde desea hacer más amigos y hallar el futuro que tanto busca y que otros compatriotas suyos aquí han encontrado