Este sábado se ha celebrado una nueva jornada de sensibilización y formación contra la violencia infantil organizada por la Oficina de Protección de Menores y Personas Vulnerables de la archidiócesis de Burgos. En esta ocasión, los participantes han sido 60 catequistas del arciprestazgo de Burgos-Gamonal que, reunidos en la parroquia San Fernando Rey de la capital, han recibido este curso impartido por los formadores de Voluntared.
«Ha sido una jornada de total esperanza y de testimonio valiosísimo, de una Iglesia comprometida y decidida a seguir construyendo espacios en los que niños y niñas, adolescentes y jóvenes puedan crecer, como personas y como creyentes, y desarrollarse plenamente», destaca la directora de la Oficina de Protección de Menores y Personas Vulnerables de la archidiócesis, Mercedes Hernández.
Burgos fue una de las primeras diócesis en España que elaboró protocolos de prevención y actuación frente a abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia. En 2019, se puso en marcha una oficina de protección de menores y personas vulnerables que hayan sido víctimas de tales agresiones. Este departamento pretende no sólo recibir denuncias de casos que se hayan producido en ámbito eclesial, sino también de víctimas de cualquier tipo de violencia en otros lugares.
Además, trabaja por la absoluta erradicación de este tipo de conductas a través de la prevención. Durante el curso pasado, cuando comenzaron estas jornadas de prevención, recibieron formación en esta materia y de forma obligatoria los sacerdotes de la archidiócesis. Ahora, está siendo el turno de los catequistas. «Profundizamos en el concepto de violencia infantil, en las cifras crecientes de esta realidad y en los signos indicativos de que un menor pueda estar siendo víctima de una situación de violencia», señala la directora de la Oficina.
También se enseñan «las prácticas que nos permitan hacer de nuestros entornos y actividades espacios en los que los menores se sientan acogidos plenamente, respetados integralmente, descubran su valor único como personas, hijos amados por Dios, y puedan desarrollar todas sus cualidades y habilidades para tener una vida plena y contribuir con ellas a crear una Iglesia y un mundo mejores», concluye Mercedes Hernández.