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Burgos vive hoy el día grande de sus fiestas mayores en honor de san Pedro y san Pablo. En medio de la fatiga del trabajo y de las actividades, la fiesta sirve para que «el cuerpo y el espíritu no se corrompan», para «dedicarnos tiempo unos a otros, para estar juntos, para liberarnos de la fatiga del trabajo, para realizar actividades que nos hagan crecer como personas». Así al menos sostiene el arzobispo, monseñor Mario Iceta, que ha presidido en la catedral la solemne eucaristía en honor de los santos apóstoles.

Para él, la fiesta es «una ventana», una especie de balcón donde el ser humano puede descubrir que está hecho para amar y para vivir en plenitud. De esta manera, los días de bullicio también nos descubren que «nuestras relaciones siempre quedan disueltas y que nos hemos desacostumbrado a estar juntos». De igual manera, el deseo de unas fiestas que nunca terminen y «sean muy largas» revela que «nuestro corazón está hecho para la expansión, para la plenitud, siempre quiere más, no queremos lo fugaz», ha explicado.

De esta manera, san Pedro y san Pablo «nos ayudan a encontrar una fuente de agua que no termina en siete días». Son los apóstoles que el Señor eligió pese a que uno lo negó y otro lo persiguió. «No te escandalices si te elige a ti, a personas limitadas; su amor es infinito y siempre nos restaura», ha trasladado, porque «el Señor ama nuestro barro, ama las limitaciones de nuestra vida y es capaz de hacer maravillas en ella». De esta manera, Dios se convierte en una «luz en la oscuridad» que «llena la carrera de la vida de fe y amor».

Al acto han acudido la corporación municipal, autoridades provinciales, autonómicas y nacionales, así como las reinas y reyes de las peñas y representantes falleras venidas desde Valencia, y numerosos burgaleses. Monseñor Iceta ha orado por «nuestra maravillosa ciudad» y por el Santo Padre: «Donde está Pedro está la Iglesia y donde no está Pedro no está la Iglesia», ha concluido su alocución.

Flores para la patrona

La eucaristía ha dado paso a la popular ofrenda de flores a Santa María la Mayor, un acto que se viene repitiendo desde hace 70 años, cuando la entonces reina de las fiestas obsequió a la patrona con las flores con que le habían agasajado los burgaleses. Son flores que «portan un mensaje de agradecimiento, petición, esperanza y ayuda», ha explicado el arzobispo, que ha sido el primero en depositar flores ante el altar levantado a los pies de la catedral. «Que María acoja en cada flor los anhelos de este querido pueblo burgalés», ha deseado.