El beato Manuel Ruiz López OFM será canonizado el próximo domingo, 20 de octubre de 2024 en Roma. Así lo ha decretado el papa Francisco en el Consistorio Ordinario Público de cardenales que ha celebrado hoy en el Palacio Apostólico. Ruiz López será inscrito en el libro de los santos junto a sus siete compañeros franciscanos, también mártires, y junto a los también beatos Francisco, Mooti y Rafael Massabki, Giuseppe Allamano, Marie-Léonie Paradis PSSF y Elena Guerra OSS. La fecha de canonización del beato Carlos Acutis todavía está pendiente de fijar.
El hasta ahora beato burgalés era natural de San Martín de las Ollas, una pequeña localidad en el norte de la provincia de Burgos, en el arciprestazgo de Merindades, el 5 de mayo de 1804. El Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia recoge su historia:
«Nació en el seno de una sencilla familia rural, recibiendo los primeros rudimentos del latín en su pueblo natal e ingresando en los franciscanos, en el convento de San Miguel de las Victorias de Priego (Cuenca) en 1825. Ordenado sacerdote en 1830, fue destinado con otros diecinueve compañeros a las misiones de Tierra Santa, desembarcando en Jaffa (Israel) el 3 de agosto de 1831 y trasladándose pronto a Damasco para estudiar el árabe. Nombrado párroco de la iglesia de la Conversión de San Pablo, enfermó al poco, por lo que sus superiores lo enviaron al convento de Luca (Italia) para restablecerse. Como no lo consiguió, marchó a España, primero a su pueblo natal y luego a la ciudad de Burgos, donde en 1847 fue nombrado profesor de Hebreo y Griego en el Seminario Diocesano. Deseando volver a la actividad parroquial, fue nombrado párroco de Para (Burgos), un minúsculo pueblo al norte de la archidiócesis, donde estuvo por muy poco tiempo, porque en 1856 decidió su vuelta a Damasco.
Al año siguiente, Ruiz López fue nombrado superior de la comunidad franciscana de aquella ciudad, pero la situación había cambiado mucho en sus años de ausencia.
Los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución violenta por parte de los drusos y en 1860 fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco; el 9 de julio el barrio cristiano, donde vivían unas treinta mil personas, fue asaltado y miles de cristianos degollados. Muchos se refugiaron en el convento franciscano, confiando en la solidez de sus muros.
No queriéndolos dejar abandonados a su suerte, los franciscanos decidieron no aceptar la propuesta del gobernador turco de refugiarse en su residencia.
Con el padre Manuel estaban siete religiosos, todos ellos españoles menos uno: Carmelo Bolta [Real de Gandía (Valencia), 1803]; Nicanor Ascanio [Villarejo (Madrid), 1814]; Nicolás María Alberca [Aguilar de la Frontera (Córdoba), 1830]; Pedro Nolasco Soler [Lorca (Murcia), 1827]; Francisco Piñazo Peñalver [Alpuente (Valencia), 1812] y Juan Fernández [Carballeda (Orense), 1808], además del austríaco, padre Engelberto Kolland. Todos fueron asesinados junto a otros muchos cristianos; el padre Manuel, que había acudido a la iglesia a vaciar el sagrario, fue obligado a colocar su cabeza sobre la mesa del altar y así fue decapitado.
Su cuerpo pudo ser recuperado por los cristianos supervivientes doce días después de la masacre.
En 1872 comenzó su causa de beatificación, introducida en Roma en 1885. La pérdida de documentos producida por la Primera Guerra Mundial obligó a reiniciar los trabajos, creándose un nuevo tribunal en Damasco en 1922. Finalmente, el 10 de octubre de 1926 los ocho franciscanos y tres católicos maronitas seglares, víctimas de la misma persecución, fueron beatificados en la basílica vaticana por el papa Pío XI».