Este 1 de octubre lleva semanas marcado en el calendario de la administración diocesana. Ireneo Serrano Val, conocido por todos como «don Ireneo», pasa a la «reserva», como él dice. Durante 30 años ha formado parte de la administración diocesana, trabajando mano a mano con los últimos ecónomos de la archidiócesis. Hoy ha recibido un homenaje en su despedida en el que han participado familiares, amigos y el resto del personal de la Curia Diocesana.
El arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha tomado la palabra para recordar que don Ireneo ha realizado «un trabajo excelente, no sólo técnicamente, sino que ha tratado a todo el mundo con cariño y delicadeza. Los sacerdotes tenían la confianza de hablar con él, incluso las cosas más delicadas, porque sabían que les iba a tratar como a un hermano». El prelado también ha señalado los 56 años de entrega que lleva como sacerdote, porque también ha renunciado a los pueblos que atiende. Un hecho que Mons. Iceta ha resaltado para agradecer la labor de los sacerdotes mayores que, a pesar de estar canónicamente jubilados, se encuentran en buenas condiciones y siguen realizando labores pastorales.
El homenajeado ha agradecido las cariñosas palabras del arzobispo, aunque ha afirmado que «no las merece», y ha recordado los años de sacerdocio, primero en los pueblos. Ha destacado cómo, junto a otros sacerdotes, trabajó felizmente en la comarca de Odra-Pisuerga. «Era muy feliz en aquella zona. La gente nos quería a raudales, como a todos los curas rurales». Allí fundaron una cooperativa agrícola, Odarpi, para que los agricultores «recibieran el fruto de su trabajo». Se encargaron de la administración «porque confiaban en nosotros, pero no en nosotros propiamente, sino en los sacerdotes. La gente sencilla se fía de los curas».
En Pedrosa del Príncipe se encargó también de la administración municipal. «El sueldo del secretario del Ayuntamiento se llevaba el 70 por ciento del presupuesto municipal», explicaba. En aquel pueblo, en el que pasó 26 años como párroco, también colaboró en la implantación de un sistema de regadío que ofrecía agua primero a 600 hectáreas y, después, a 1.000. «Logró que mucha población se quedase en el pueblo, y que matrimonios jóvenes se instalaran en él», recuerda.
Los años pesan y, aunque don Ireneo goza de un estado de salud envidiable a sus 80 años, era el momento de disfrutar de un retiro, algo que incluso su familia le ha recomendado. «Soy el mayor de 7 hermanos y hasta el más pequeño está ya jubilado. El único que sigue en activo soy yo», explicaba entre risas.
En 1994, el arzobispo de Burgos en aquel entonces, Mons. Santiago Martínez Acebes, le pidió que acudiera a colaborar en la administración diocesana, lugar en el que ha pasado los últimos 30 años. Allí ha servido a cuatro arzobispos (Mons. Martínez Acebes, Mons. Gil Hellín, Mons. Hérraez Vegas y Mons. Iceta Gavicagogeascoa), y diferentes ecónomos como José Luis del Rincón, Mons. Vicente Rebollo o Mariola Rilova, la actual. También ha mostrado su agradecimiento a todos ellos, a la par que ha pedido disculpas si en algún momento «no trate a alguien con la delicadeza que debiera», ha concluido.