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Su vocación siempre ha sido misionera, quizás alentada por aquellos que le hablaban de paisajes exóticos mientras visitaban su colegio y él era todavía niño. Por eso decidió entrar al Seminario y por eso ha conjugado su ministerio sacerdotal atendiendo diversas parroquias en la archidiócesis de Burgos con temporadas trabajando en Perú. Allí vivió durante ocho años y, tras un lapso de tiempo como párroco en Pancorbo y otros diecisiete pueblos y capellán del hospital de Miranda y de Bujedo, Richi García regresa ahora a la misión. «Mi decisión de volver responde a que veo que allí hay necesidad», explica. Y es que, como detalla, la diócesis donde trabajará tiene una extensión de 72.000 kilómetros cuadrados, medio millón de habitantes y apenas cuarenta sacerdotes. Comparado con Burgos, «vemos la diferencia y la necesidad que hay en ese territorio».

El arzobispo, monseñor Mario Iceta, presidió el pasado 4 de octubre su misa de envío a la misión. En las próximas semanas, trabajará en Atalaya, un pueblo de la selva baja peruana, donde se encargará de la Cáritas y colaborará con la parroquia local. También se le encomendará el cuidado de las comunidades nativas del río Tambo y espera «poder llegar a la gente a través de la música y el deporte, que también me gustan». «Es la oportunidad de ir e invitar al banquete de la esperanza y de la vida, porque así entiendo la misión, para compartir fe y vida».

Su historia es una más de la que comparten los 482 misioneros burgaleses que, actualmente, trabajan en los cinco continentes: 333 en América, 48 en África, 80 en Europa, 19 en Asia y 2 en Oceanía. En ellos quiere poner el foco la Iglesia este domingo, en la celebración del Día del Domund, que este año se celebra con el lema «Id e invitad a todos al banquete». Además del pregón del Domund, que impartió anoche en la Facultad de Teología José María Yudego, y la vigilia de oración que se desarrollará este viernes a las 20:00 horas en la parroquia de Santa Águeda, la delegación diocesana de Misiones invita a colaborar económicamente con el trabajo que realizan los misioneros. El año pasado se recaudaron en Burgos 156.575,04 euros (en 2022 fueron 248.600), siendo una de las diócesis más generosas de Castilla y León, sólo por detrás de Valladolid.

«El dinero llega»

 

Gloria Varona, natural de Huérmeces, ha trabajado 22 años como misionera en el Chad, «donde está su corazón». Allí ha sido testigo de la implicación de las comunidades nativas en la construcción de pozos, escuelas, bibliotecas, parroquias y hospitales gracias a la campaña del Domund y «el dinero que llega a través de Roma». Ha trabajado en la formación de profesores, en la gestión de los recursos («las guerras hacen que la economía sea muy mala por miedo al robo», a pesar de ser rica en petróleo), en la extensión de la educación a niñas y mujeres y en formación a madres para evitar la desnutrición de sus hijos, que a veces «morían delante de nuestros ojos».

«Cuando te preparas para la misión piensas en cosas materiales, pero lo importante es llevar una maleta llena de humildad». Y así entiende esta Hija de la Caridad su trabajo en la misión, como un «estar con el testimonio, con tu presencia, con la alegría de saber que el Señor ya está allí». «Más de lo que he podido dar, es lo que ellos me han dado: el amor, la acogida, la escucha, la confianza en Dios y la oración sencilla y profunda. Para mí ha sido una experiencia profunda en mi vida y lo tengo muy grabado».