Este martes se ha celebrado el 450 aniversario de la elevación a archidiócesis de la diócesis de Burgos. Un acontecimiento conmemorado con una misa en la Catedral, presidida por el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, y concelebrada por gran parte del Cabildo Metropolitano de Burgos, con su deán-presidente, Félix José Castro Lara, a la cabeza. En ella ha recordado la historia y el significado de este acontecimiento para la Iglesia que peregrina en Burgos.
En su homilía, el prelado ha destacado el mensaje de unidad y paz que proviene de Cristo, «piedra angular» de la Iglesia. Haciendo referencia a la primera lectura, recordó cómo san Pablo dirigía a los cristianos de Galacia una «buena noticia», la cual trasciende la división entre judíos y gentiles, y establece un único pueblo, fundamentado en Cristo y los apóstoles. «El Señor, en su cruz, ha derribado este muro. Ya no hay dos pueblos, ni múltiples pueblos, hay un único pueblo», ha subrayado el arzobispo, en alusión a la unidad que debe prevalecer en la Iglesia.
Mons. Iceta también ha destacado el papel fundamental de la Iglesia en la promoción de la paz, una paz que, como ha dicho, «no es fruto del equilibrio siempre inestable de diversas fuerzas», sino «un don que Dios concede», fruto de la verdad, la justicia, el amor y la misericordia. El arzobispo ha enfatizado que en la Iglesia «no hay extranjeros, no hay forasteros, todos somos hermanos, uno en Cristo Jesús». Refiriéndose a la proximidad del Adviento, Mons. Iceta ha invitado a los fieles a mantenerse vigilantes y en movimiento, recordando las palabras de santa Teresa de Jesús: «Siempre es tiempo de caminar». Esta frase, pronunciada por la santa pocos meses antes de su muerte, resuena como una llamada a estar preparados para la llegada del Señor, con «la lámpara encendida del amor y la caridad».
En el marco del aniversario, el arzobispo ha repasado la historia de la archidiócesis, remontándose al 22 de octubre de 1574, cuando, por petición del rey Felipe II, el papa Gregorio XIII elevó la diócesis de Burgos a sede metropolitana. Este hecho, explicó Mons. Iceta, colocó a Burgos como la «hermana mayor» de una provincia eclesiástica formada por diversas diócesis vecinas. El arzobispo también ha recordado la figura del primer arzobispo, el cardenal Francisco Pacheco de Toledo, y cómo a lo largo de los siglos se ha configurado la actual provincia eclesiástica, que incluye las diócesis de Vitoria, Bilbao, Osma-Soria y Palencia.
El símbolo que caracteriza la misión del arzobispo metropolitano es el palio, una cinta de lana bordada con cinco cruces que representa «las cinco llagas de Cristo». Este distintivo, que se coloca sobre los hombros del arzobispo, simboliza su comunión con la sede de Pedro y con las diócesis que conforman la provincia eclesiástica.
Finalmente, Mons. Iceta ha expresado su gratitud por la tarea de cuidar al Pueblo de Dios, reconociendo su propia «fragilidad, pobreza y debilidad», pero también la «alegría profunda e indescriptible» que brota al ser testigo de la acción del Espíritu Santo en la vida de los cristianos. Ha concluido su homilía encomendando a la archidiócesis al cuidado de «Santa María la Mayor, madre y protectora», implorando que el corazón de los fieles sea una «fiel respuesta a su inmenso amor».
El papa Gregorio XIII tomó la decisión
Restaurada y trasladada la antigua diócesis de Oca a la ciudad de Burgos, en 1075, la sede burgense gozó siempre de la prerrogativa que le daba el asentarse en la Caput Castelae, y el beneficio que le confirieron desde el principio los reyes castellanos. Una vez reconquistada Toledo (1085), la Sede Primada aspiraba a reunir de nuevo, dentro de su territorio e influencia, a las demás iglesias de Castilla. El arzobispo toledano Bernardo de Cluny, luchó con afán por alcanzarlo. El obispo Gómez consiguió del papa Urbano II, haciendo valer la importancia del Obispado de Burgos, la exención de cualquier metropolitano, y quedar la diócesis sujeta solamente a la Sede Apostólica en 1096. No fue esta la única vez que los obispos burgaleses tuvieron que hacer valer sus derechos ante la todopoderosa Sede toledana. Más tarde, en el siglo XV, Alonso de Cartagena de nuevo tuvo que mantenerse firme ante el arzobispo toledano Alonso Carrillo, con un largo pleito sobre el tema de la exención burgalesa.
Siendo obispo de Burgos, el cardenal Francisco Mendoza y Bobadilla en 1566 logra que el rey Felipe II proponga al papa Pio V su deseo de elevar el Obispado de Burgos, que era una diócesis exenta, al título de archidiócesis metropolitana. Lo cierto es que las aspiraciones de Felipe II para la restructuración de la diócesis burgense no eran bien acogidas en Roma, pues no se veía claro el ‘ascenso’ de diócesis a metrópoli. La creación de la metrópoli burgalesa resultó más difícil de lo esperado por la dificultad para asignarle sufragáneas. Lo más lógico parecía fijarse en las más cercanas de Palencia y Osma, pero el monarca no procedió así, porque su incorporación suponía enfrentarse de nuevo con el todopoderoso arzobispo de Toledo y no estaba dispuesto a reñir tan dura batalla.
Tras un decenio de negociaciones, y durante el pontificado en Burgos del cardenal Francisco Pacheco de Toledo, que había sido nombrado obispo de Burgos en 1567, el papa Gregorio XIII expide la bula Universalis Orbis Ecclesiae, en fecha de 20 de octubre de 1574, siendo adjudicadas como sufragáneas las diócesis de Calahorra y Pamplona, para adicionar más tarde la de Palencia.
De acuerdo con las referencias de Demetrio Mansilla, historiador y obispo de Ciudad Rodrigo, la nueva archidiócesis «comprendía toda la actual provincia de Santander, gran parte de la de Vizcaya, con Las Encartaciones, la cuenca del Nervión por Portugalete, Sestao y Baracaldo; toda la tierra de Valmaseda y Valle de Mena; una parte de la actual provincia de Álava; también se internaba en La Rioja por tierras de Belorado y Ezcaray, así como por la parte occidental ocupaba varios pueblos de la actual provincia de Palencia, por tierras de Barruelo, Aguilar de Campoo y Palenzuela. A esto hay que añadir la casi totalidad de la actual provincia de Burgos, si exceptuamos por el sureste algunos pueblos de los actuales partidos judiciales de Aranda de Duero y Roa».