Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta
Queridos hermanos y hermanas:
El nacimiento de Jesús dio plenitud y un nuevo sentido a la palabra familia. Hoy, fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, fijamos nuestra mirada en Jesús, María y José para ver la vida desde sus ojos, como nunca ha podido mirar nuestro corazón.
Esta familia «no se queda sólo en los altares, como objeto de alabanza y veneración», sino que «está cercana a toda familia humana; se hace cargo de los problemas profundos, hermosos y, al mismo tiempo, difíciles que lleva consigo la vida conyugal y familiar», señaló el papa san Juan Pablo II durante una audiencia general pronunciada en 1979.
De la humanidad que desprenden los Tres nace la primera Iglesia doméstica: un hogar de Amor Trinitario que es principio, belleza y camino del amor humano. Así, iluminados por este Misterio, podemos conocer la profundidad inmensa del bien que se esconde en la familia.
María es la Madre del amor y de la entrega, imagen y modelo de la Iglesia, la mujer que nace de la entraña delicada del Padre. Todo en Ella es un «sí» prolongado y pulcro que desentraña cada uno de los hilos del misterio: la Bienaventurada Virgen «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz» (Lumen Gentium, n. 58).
José es el Padre custodio, la fidelidad que no conoce límites, la entrega silenciosa y justa. Él, guardián del Redentor, es el patrono de la Iglesia universal. Tanto es así que la economía de la Salvación pasa por sus manos, trabajadas en el taller y en la vida diaria, al servicio de María y de Jesús, a quienes no deja de cuidar ni un solo instante. No es casualidad que el papa san Juan XXIII, gran devoto de san José, estableciese que en el Canon romano de la Misa se incluyese su nombre junto al de María y antes que el de todos los santos.
Y Jesús, el Verbo Encarnado, es el Hijo de Dios (cf. Lc 1, 35) y de María y José en virtud del vínculo matrimonial que los une, la Palabra que se hizo carne para habitar eternamente entre la pobreza de nuestro barro (cf. Jn 1, 14).
Los tres conforman el Misterio revelador del profundo amor que Dios profesa a la familia humana. Su presencia arroja una luz nueva sobre la familia como origen, creación y cuna, de donde brota el corazón humano que peregrina en la fe hacia la Vida Eterna.
Su mirada es escuela y camino de amor y santidad, la promesa que nos enseña a ser una verdadera familia cristiana, donde todos caben en la mesa y donde nadie se queda fuera para compartir un gesto de afecto y entrega. Su ejemplo es fidelidad, sacramento y bienaventuranza, porque permanecieron fieles a la llamada de Dios hasta el final, hasta sus últimas consecuencias.
Hoy, desde el corazón de María y José, donde nace la Vida, «el ‘sí’ de todas las antiguas promesas (cf. 2 Cor 1, 20)» (Redemptoris custos, n. 11) y el manantial de santificación singular, conmemoramos que todos formamos parte de la familia de Dios y que nadie queda fuera de este santuario de amor y fidelidad que es la Sagrada Familia de Nazaret.
En este día de la Sagrada Familia, se inaugura en nuestra archidiócesis el año jubilar que lleva como lema Peregrinos de Esperanza. La Eucaristía que celebraremos esta tarde a las 17:30h en la Catedral y a la que estáis todos invitados, nos pone en camino siguiendo la estela de luz y amor de la Sagrada Familia hacia la plenitud de nuestra vida y de la humanidad entera.
Aprovecho esta ocasión para desearos un feliz y venturoso año nuevo 2025 que estamos a punto de inaugurar. Dios os colme de toda clase de bendiciones y os custodie siempre en su amor.
Con gran afecto, os deseo un feliz día de la Sagrada Familia.