Fotos: David Cubillo. Texto: Elena Lastra.
Desde hace cuatro décadas y con la única excepción de las navidades de 2020, Torregalindo, un pequeño pueblo de la Ribera del Duero, transforma por completo su fisonomía (y la de sus habitantes) para convertirse durante unas horas en el escenario del belén viviente más espectacular de la provincia burgalesa. La Cabalgata de Torregalindo, reconocida con el título de Fiesta de Interés Turístico Regional, celebrará el próximo 5 de enero su cuadragésima edición. Cuarenta años durante los que la fiesta de la Epifanía, día de los Reyes Magos, los varios miles de personas que atrae este municipio tienen la posibilidad de hacer un viaje en el tiempo y en el espacio que convierte Castilla en la Judá del año 0 y al propio municipio ribereño en Belen Efratá.
Las siete de la tarde es la hora oficial en la que todo el engranaje comienza a funcionar a la espera de la llegad de sus majestades de Oriente al pueblo. Pero antes pasan muchas otras cosas, porque en las distintas calles y espacios del municipio se van recreando los episodios tradicionales de la primera Navidad. Todo comienza con la llegada al pueblo de san José y la Virgen, montada en un jumento, y su comparecencia ante la oficina del censo, abierta durante toda la tarde por si alguien más quiere también que su nombre quede inscrito en el padrón. Sufrirá, la sagrada pareja, la negativa de un posadero a darles cobijo, pero después llegarán los momentos gozosos: un ángel anunciará a los pastores que ha nacido el Mesías y correrán al portal donde está con su madre y san José. Por su parte, los magos de Oriente, a caballo y con una amplia comitiva, accederán al pueblo desde la colina donde se sitúan los restos del castillo del municipio. Visitarán primero a Herodes, que no les será de gran ayuda para llegar a su destino, pese a lo cual conseguirán encontrar al Niño Dios y Rey para ofrecerle sus dones.
Paralelamente, en el mercado y en los alrededores, los habitantes del Belén ribereño siguen en sus tareas, pero expectantes de los acontecimientos que están ocurriendo en su pueblo: lavanderas, herradores, alfareros, orfebres, cantineras y pastores dan vida a un pueblo lleno de artesanos y de una población acogedora que ofrece patatas asadas, bebidas calientes como chocolate y sopas de ajo, y otros refrigerios tradicionales, entre los que no faltan castañas asadas y frutos secos. También se dejan ver en todos estos espacios, vigilantes y circunspectos, los soldados romanos, pendientes de que nada escape del control del Imperio.
Para poder llevar a cabo ese acontecimiento, que en las últimas ediciones ha superado los 5.000 visitantes, sus organizadores, la Asociación Conde Galindo, lleva desde antes del verano movilizando al pueblo para tenerlo todo listo e ir añadiendo nuevos detalles cada año. Faroles, techumbres, cercas, ornamentos y estructuras para los puestos del mercado, la lujosa estancia de Herodes, vestimentas judías y romanas, salen de la mano de la propia organización y de los miembros de asociaciones del pueblo, como la de jubilados, que lleva reuniéndose entrono a estas tareas artesanas desde hace meses. Pero no sólo se implican en estas labores quienes viven todo el año en Torregalindo, sino quienes emigraron o tienen procedencia en el pueblo y vuelven en vacaciones y siempre que pueden. De esta forma, en la cabalgata participan directamente alrededor de 200 personas, casi el doble de los vecinos y vecinas con los que cuenta el municipio de forma estable.
A las siete de la tarde del 5 de enero de 2025 está previsto que se ponga en marcha la edición número cuarenta de esta cabalgata de Torregalindo, que como Belén de Judá, demuestra que no es, ni mucho menos, el más pequeño de entre los pueblos de su región.