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Este lunes ha comenzado el VIII Congreso Nacional de Bioética, bajo el título Al servicio de la vida y la persona, que acoge la Universidad CEU San Pablo y que organiza el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala hasta el 18 de febrero. Además, el congreso coincide con el treinta aniversario de la encíclica Evangelium Vitae de san Juan Pablo II. Una obra que trata sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana y en la que el santo se opone al aborto, los anticonceptivos, los métodos de reproducción asistida, la experimentación con embriones y la eutanasia.

 

Entre las ponencias que han tenido lugar este primer día de congreso ha destacado la inaugural, en la que ha intervenido Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra. En su exposición, titulada El valor de la vida en tiempos convulsos, monseñor Iceta ha señalado que «el ser humano no es un ejemplar más de una especie, sino que es irrepetible». «Cada uno de nosotros somos únicos, nadie nos puede reemplazar», aseguraba.

 

Haciendo referencia al Libro del Génesis, el arzobispo de Burgos ha explicado que «el ser humano es creado como hombre y mujer, están hechos el uno para el otro». «Por eso el Papa dice que el hombre y la mujer, por sí solos, no están hechos a imagen y semejanza de Dios», apuntaba el arzobispo, «sino que es la relación hombre-mujer lo que está hecho a imagen y semejanza de Dios, porque están hechos para la interpersonalidad».

 

«Cuando un animal tiene frío, a través de la evolución, desarrolla un pelaje, pero el ser humano, cuando tiene frío, inventa la calefacción; y cuando quiere volar, en vez de esperar a tener alas, construye un avión», ejemplificaba Mons. Iceta. «El animal se adapta al medio, mientras que el ser humano adapta el medio a sí mismo».

 

 

¿Qué es la vida humana?

El arzobispo de Burgos destacaba cuatro ideas fundamentales para entender lo que nos hace humanos. La primera es que «no somos individuos, somos personas, y la persona es un fin en sí misma, nunca un medio». «Cada uno puede pensar cuándo ha sido utilizado para otra cosa, y se habrá sentido fatal, porque el ser humano está hecho para ser un fin, no un medio», explicaba.

 

«La segunda idea», proseguía el arzobispo, «es que a la persona se la conoce en la interrelación, ya sea de amistad o de amor». Mons. Iceta aseguraba que la persona se «revela» en la relación amorosa, y que es «muy distinto» conocer a alguien que se ama de quien no se ama, «porque el amor da luz para conocer a los demás».

 

En tercer lugar, el arzobispo ha dicho que «los actos nos construyen o deconstruyen como personas» y ponía el siguiente ejemplo: «Si robas o mientes, te convertirás en un ladrón o un mentiroso, pero si haces el bien por los demás, serás una persona amable».

 

Por último, ha dirigido la última idea a la «calidad ética» de una sociedad, señalando que se mide en «cómo se trata a las personas, particularmente a las más desfavorecidas» y que todas las personas de una sociedad son responsables de tratar bien a las demás personas: «Un médico, por ejemplo, puede tratar bien a los pacientes y ser un buen médico, o hacer lo contrario y, entonces, ser un mal médico».