El hermano Jesús Mari Teruel, monje cisterciense del Monasterio de La Oliva (Navarra), es el delegado del aula de veinte religiosos que están participando en el Programa Regional de Enseñanza Monástica (PREM), que esta primavera ha tenido lugar en el Real Monasterio de Santa María de Huelgas, en Burgos. En esta edición han tomado parte cinco monjes y quince monjas, procedentes de distintos monasterios de la Orden Cisterciense y de la congregación de San Bernardo en España.
El PREM, según ha explicado el hermano Jesús Mari, es una iniciativa formativa que permite a los religiosos cursar estudios de Teología, Filosofía, Historia de la Iglesia y Derecho Canónico, entre otras disciplinas, con el objetivo de obtener una titulación homologada por la Universidad Eclesiástica San Dámaso. El programa se estructura en ciclos intensivos de formación presencial, que se celebran dos veces al año —en primavera y en otoño—, y se complementa con trabajos personales, tutorías y evaluaciones.
«Estamos hablando de cinco años y medio», ha señalado el monje, quien ha indicado que el programa se adapta a las exigencias de la vida monástica, con sesiones intensivas de diecisiete días y seguimiento a distancia. Esta flexibilidad permite compatibilizar los estudios con las responsabilidades diarias en los monasterios, como la atención a los hermanos mayores o las tareas de hospedaje, sacristía y lavandería, que en su caso desempeña habitualmente.
El hermano Jesús Mari ha destacado el valor de la convivencia entre comunidades como uno de los aspectos más enriquecedores del programa. «Es una asignatura primordial», ha afirmado, subrayando la importancia de compartir experiencias y realidades distintas dentro de la vida monástica. «Es enriquecedor doblemente, primero porque sabes también realidades de otros monasterios y sobre todo por la convivencia».
Además de la formación académica, el PREM ofrece herramientas útiles para la atención pastoral, incluso en contextos contemplativos. «Aunque nuestro carisma no es pastoral, viene mucha gente con problemas que quiere ser escuchada», ha explicado. En este sentido, ha valorado la formación como una ayuda tanto para los demás como para uno mismo: «A mí, concretamente, eso me ha abierto un horizonte muy diferente del concepto en el que yo vine al monasterio».
El hermano Jesús Mari ha relatado también su propio recorrido vocacional. Ingresó en el monasterio con una edad avanzada, aunque ya es profeso solemne. Lleva seis años y medio en la vida monástica y se encuentra en el ecuador del programa formativo.
Respecto a la organización del curso en Las Huelgas, ha explicado que los monjes han sido alojados en la hospedería, mientras que las monjas han convivido con la comunidad anfitriona. Las actividades comunes, como las comidas, la liturgia y las clases, se han desarrollado de forma conjunta, respetando los horarios de la comunidad. «La acogida ha sido estupenda», ha afirmado, elogiando la delicadeza y el cuidado con que han sido recibidos.
El monje ha valorado especialmente el entorno del monasterio de Las Huelgas, que ha calificado como «una pasada». Ha resaltado la riqueza histórica y artística del lugar, así como la vitalidad de la comunidad que lo habita. «Un museo puede ser muy bonito, pero fríamente deshabitado. Esto no es así. Esto sigue siendo un monasterio», ha afirmado.
También ha mencionado la colaboración con la Fundación Patrimonio para Jóvenes, que promueve experiencias de inmersión en la vida monástica para acercar este modo de vida a las nuevas generaciones. «Se encuentran con unas realidades de personas como ellos, algunos muy mayores, que están dejando toda su vida allá, y la felicidad que se supone con lo que se encuentran», ha relatado.
Finalmente, ha subrayado la importancia de la formación continua en la vida religiosa. «El mundo va cambiando, hay un avance», ha dicho, insistiendo en la necesidad de mantener viva la reflexión y el conocimiento para responder a los desafíos actuales. «Aunque estamos en un monasterio, no hay que olvidar que estamos en el mundo».