Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, quinto domingo de Pascua, celebramos en nuestra archidiócesis burgalesa la Pascua de la Familia: el tesoro admirable de nuestra fe, escuela de comunión, la célula de la sociedad, la piedra angular de cualquier hogar presidido por el Señor Jesús.
«¿Saben por qué la Familia de Nazaret es un modelo? Porque es una familia que dialoga, que escucha, que habla. ¡El diálogo es un elemento importante para una familia! Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz», confesó el papa Francisco a finales del año pasado, durante la fiesta de la Sagrada Familia. De este modo aprendemos lo que es vivir la comunión y la acrecentamos entre todos los miembros de la familia. El recordado Pontífice, después de introducir la escena del Evangelio en la cual Jesús es hallado en el templo, reconoce la belleza que esconde la actitud de María: «Es hermoso cuando una madre no empieza con un reproche, sino con una pregunta. María no acusa ni juzga, sino que intenta comprender cómo acoger a este Hijo tan diferente a través de la escucha».
La Sagrada Escritura afirma que María y José «no comprendieron lo que les dijo» (Lc 2, 50) su hijo Jesús, cuando les preguntó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). Aunque no entendieron el propósito de Jesús, y su preocupación era infinitamente menor que el designio de su Hijo, ese detalle evidencia que en la familia es más importante escuchar que entender: «Escuchar es dar importancia al otro», expresa el Papa Francisco, «reconocer su derecho a existir y a pensar por sí mismo; los hijos necesitan esto. Piénsenlo bien los padres, escuchen, ¡los hijos lo necesitan!».
También en la última cena con el Señor los apóstoles pusieron todo en común: sus alegrías y sus tristezas, sus anhelos y sus agonías, sus esperanzas y sus miedos. Ese grupo de creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: «Nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común» (Hech 4, 32).
Y así hemos de vivir las familias: dando testimonio de la Resurrección del Señor Jesús con valor, para que aquellos que nos vean lo hagan con agrado (cf. Hch 4, 33).
Hablar y escuchar «es el diálogo que hace bien y que hace crecer», descubría el Papa en su mensaje. Aunque tantas veces no lo consigamos del todo, lo esencial es permanecer con el alma abierta ante esta realidad tan importante, aunque en ocasiones no comprendamos del todo la vivencia personal que se quiere compartir.
Por eso me dirijo a vosotras, queridas familia que os implicáis en la educación de vuestros hijos. ¿No os pasa que sentís a veces que vuestros hijos viven alejados de vuestros pensamientos, y que en ocasiones no suele ser fácil que os comprendan? Cuando esto sucede, debemos volver al principio, al esfuerzo por comprender, a la escucha paciente, a la palabra amable que siempre transmite amor y cuidado. Sí, aunque nos cueste, es la manera más eficaz de vivir en familia y, por tanto, en comunión.
Decía el Papa que, cuando atravesemos este sentir que nos inquieta, nos preguntemos si afrontamos los problemas escuchándonos los unos a los otros o, por el contrario, nos encerramos en el mutismo que brota del falso orgullo… «Lo que podemos aprender hoy de la Sagrada Familia es la escucha mutua», sugiere Francisco, que fortalece la familia y la capacita para hacerse cargo de los sufrimientos y las dificultades del prójimo.
Pidamos a la Virgen María el don de la escucha, como Ella que se dejó envolver y poseer por la Palabra, incluso cuando no alcanzaba a comprender toda la gracia que en ella se contenía. Como Ella, permanezcamos atentos a la invitación del Señor, que nos ha dado la familia como un inmenso don, para que en ella crezcamos en el amor, la comunión, la misericordia y la esperanza.
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.