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Burgos vive hoy el día grande de sus fiestas mayores en honor de san Pedro y san Pablo. La importancia de vivir la fe y la fiesta en comunidad, especialmente en un mundo marcado por la soledad y el individualismo, ha sido uno de los mensajes destacados de la celebración. «Una fiesta no se celebra solo», ha recordado el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, que ha presidido en la Catedral la solemne misa en honor de los santos apóstoles. El prelado ha destacado que el cristianismo es siempre una experiencia compartida, de hermanos que caminan juntos.
En su homilía, el pastor de la Iglesia burgalesa ha reflexionado sobre la fragilidad de los apóstoles y la fuerza transformadora del amor de Dios, que llama personalmente a cada uno por su nombre.
Mons. Iceta ha destacado cómo Pedro y Pablo fueron elegidos por el Señor no a pesar de sus limitaciones, sino precisamente en medio de ellas. «El Señor nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos ama con un amor que es una llamada», ha afirmado. Esta llamada, ha recordado, no se fundamenta en el activismo, sino en la acogida del don de Cristo, que se convierte a su vez en misión: «Tú eres Pedro. En el nombre está la tarea».
El arzobispo ha invitado a los fieles a abrazar el combate interior que implica la vida cristiana: «transformar nuestros sentimientos según los de Cristo, nuestra ira en paciencia, nuestro egoísmo en generosidad». Como Pedro y Pablo, ha señalado, todos los creyentes están llamados a entregar la vida, incluso en medio del sufrimiento y de la cruz, que en Cristo siempre está envuelta en esperanza.
Ha subrayado también la importancia de vivir la fe en comunidad: «una fiesta no se celebra solo». En un mundo marcado por la soledad, ha exhortado a los cristianos a caminar juntos, sosteniéndose unos a otros. Finalmente, ha animado a los presentes a mirar hacia la meta última del camino: «nos aguarda el abrazo del Señor».
Mons. Iceta ha llamado a los presentes a cuidar los unos de los otros, a sostenerse mutuamente y a no dejar a nadie atrás, especialmente a quienes atraviesan dificultades o viven aislados. La fiesta litúrgica, ha señalado, es imagen del pueblo de Dios reunido en torno al Señor, y signo de una Iglesia viva, unida y alegre. Finalmente, ha animado a los fieles a no perder de vista el horizonte último del camino cristiano: «nos aguarda el abrazo del Señor».
Flores para la patrona
La celebración eucarística ha dado paso a la popular ofrenda de flores a Santa María la Mayor, un acto que se viene repitiendo desde hace 70 años, cuando la entonces reina de las fiestas obsequió a la patrona con las flores con que le habían agasajado los burgaleses. El arzobispo ha sido el primero en depositar flores ante la imagen de la Virgen que, en esta ocasión, se ha situado en el centro de la plaza, sobre una estructura que ha permitido que las flores ofrecidas por los burgaleses se hayan convertido en un manto para la patrona.