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El curso organizado por el Aula de Doctrina Social de la Iglesia de la Cátedra Francisco de Vitoria de la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, sobre la presencia de los cristianos en la vida pública comenzaba el pasado jueves, 16 de octubre, con una conferencia inaugural a cargo de Fernando Vidal, sociólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas. El salón del espacio Compañeros de Valentín Palencia del Seminario de San José fue el lugar elegido para la cita a la que acudieron medio centenar de personas.

 

El profesor Vidal comenzaba su ponencia poniendo sobre la mesa un hecho preocupante que se vive en la actualidad y es el «desmontaje de la propia experiencia de pueblo», de la convivencia entre las personas. Esta experiencia de que podemos vivir al margen de los otros nos lleva a pensar que podemos «no» estar comprometidos en la vida pública.

 

Nuestra sociedad se caracteriza en la actualidad por la polarización: económica, social, cultural y política. Muy arraigada y que lleva a amenazas autoritarias que atentan contra la democracia, el derecho internacional y que llevan a la impunidad frente a acciones otrora claramente repudiables. Es la pérdida de la «razón pública»; un tiempo de destrucción social que ha de llevarnos a un proceso de reconstrucción.

 

La situación actual que vive el mundo precisa de este compromiso y presencia de los cristianos, que sean capaces de poner en la agenda política y económica los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia en forma de prioridad de la persona, de búsqueda del bien común, solidaridad, subsidiariedad, paz, justicia, verdad, etc.

 

Es la hora del Amor. Solo el Amor con mayúsculas es capaz de transformar la realidad, solo la esperanza es capaz de generar procesos. Una presencia pública desde la radicalidad del amor, la paz, la solidaridad…

 

Amor, belleza y verdad son poderosas frente al mal, el horror o la mentira. Pero exige un esfuerzo, un gran esfuerzo importante en nuestra sociedad. Porque el amor transforma, pero precisa cambios vitales. Todo lo amado se salva. El amor que lleva a la esperanza. El amor es el que fructifica lo mejor de cada uno de nosotros.

 

Finalmente, el ponente expresó la esperanza de que los cristianos podemos, si queremos, afrontar el reto de los cambios sociales que se necesitan porque los números, aún siendo reducidos con respecto a otras épocas, siguen otorgando un gran peso social a los cristianos con más de veintiséis millones de personas en nuestro país que se declaran católicas y trece millones afirman que participan semanalmente de la eucaristía. No se trata, por tanto, de incapacidad sino de voluntad.