Cristianos en medio del mundo a la luz del Vaticano II ha sido el título de la ponencia inaugural de las XXIV Jornadas de Divulgación de la Doctrina Social de la Iglesia, a cargo del obispo de Mondoñedo-Ferrol, el burgalés Mons. Fernando García Cadiñanos, quien estuvo en el origen de estas jornadas allá a principios de siglo, cuando era profesor de Moral Social en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos.
Ha comenzado con una frase del filósofo francés Jacques Maritain: «El cristiano no entrega su alma al mundo, pero debe estar en el mundo para desempeñar cristianamente su oficio de hombre». Y ha justificado la oportunidad de abordar el tema de la presencia pública de los cristianos por varias razones, algunas de ellas del propio Magisterio de la Iglesia conciliar y posconciliar (la vida como una vocación que implica misión, el compromiso de los laicos…), otras del ambiente que les toca vivir (crisis del bien común, desprestigio de la política, individualismo, injusticia, laicismo excluyente…) y finalmente otras de la propia situación actual de la Iglesia en España (cierta primacía de la mística en detrimento de la profecía, nuevas espiritualidades que adolecen de compromiso y practican una cierta fuga mundi…).
Mons. García Cadiñanos ha señalado a continuación cuatro grandes principios que iluminan esta presencia pública: la Iglesia como Pueblo de Dios, la Iglesia que es misión, la gran esperanza en el señorío de Dios que nos lleva a vivir lo que esperamos, y la necesaria unidad entre fe y vida. Y ha tratado de responder a tres preguntas. En medio del mundo… ¿para qué? Para llevar «sabor a Evangelio», para que el mundo reciba de la Iglesia y la Iglesia aprenda del mundo, para transformar criterios y valores. ¿Dónde? Desde dentro, con particular urgencia en lugares significativos como son la política, la economía y la cultura. ¿Cómo? Con conciencia, incorporados a Cristo, viviendo la caridad política y practicando la misericordia.
Finalmente, ha propuesto un estilo de cristianos (de fe personal y madura, profundamente eclesiales, comprometidos con los pobres, sabiendo dar razón de su fe, viviendo la secularidad de la Iglesia y la eclesialidad en el mundo) y un estilo de Iglesia (que educa la conciencia social, inicia en la Doctrina Social, acompaña y discierne).
La sesión ha concluido con un diálogo en el que se ha destacado la poca educación en esta conciencia social que se observa en lo cotidiano de nuestra Iglesia, el peligro real de que las ideologías están por encima del Evangelio en bastantes cristianos, la custodia de la dignidad de toda persona como el mejor servicio que podemos prestar, y la necesidad de amar al mundo y aprender del mundo.






