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Por el Consejo Diocesano de Acción Católica

 

A la luz de Dilexi te, la primera exhortación de León XIV, una veintena de participantes de FRATER, Acción Católica General (ACG), Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y Juventud Obrera Cristiana (JOC), hemos vivido este pasado domingo una tarde de retiro en este tiempo de Adviento 2025.

 

«Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo» (DT 110), donde se especifica el misterio de la Encarnación. Acogemos esta invitación que hoy nos hace la Iglesia: «No estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación; el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos» (DT 5).

 

Y recorriendo los distintos capítulos de la exhortación en diferentes grupos, hemos escuchado estas interpelaciones: ¿qué lugar ocupan los más vulnerables en nuestras parroquias?, ¿adornamos el mayor tesoro de la iglesia, que son los pobres, como nuestros templos y liturgias? Se trata de escuchar, acoger y compartir para acoger a Cristo en nuestros hermanos más débiles. Trabajando siempre por darles a conocer la dignidad y el amor con el que Cristo les ha revestido. En la clave de hacerse pobres con ellos, compartiendo su caminar y sus luchas. De ellos podemos recibir las páginas más bellas del Evangelio.

 

Subrayamos especialmente la invitación que León XIV nos hace a experimentar «que la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la iglesia como en la sociedad» (DT 9). Huyendo de quienes movidos por la mundanidad, dicen que «nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina (…) desvinculando este aspecto religioso de la promoción integral y agregan que solo el gobierno debería encargarse de ellos (…) o incluso se opta por una pastoral de las llamadas élites, argumentando que, en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más fáciles» (DT 114).

 

En clave de oración, hemos pedido al Espíritu Santo la gracia para nuestros movimientos de Acción Católica y para nuestra Iglesia diocesana, de ser «una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, ser la Iglesia que el mundo necesita hoy» (DT 120), pues «el amor a los que son pobres, en cualquier modo en que se manifieste dicha pobreza, es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios» (DT 103). Conscientes además de que «en el corazón de cada fiel se encuentra la exigencia de escuchar este clamor que brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo que no se trata de una misión reservada sólo a algunos» (DT 111).