
La capilla de Santa Tecla de la catedral de Burgos ha acogido este domingo la misa por el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una celebración presidida por el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, y concelebrada por Guillermo Pérez Rubio, director del Departamento de Pastoral para las Personas con Discapacidad. La eucaristía ha contado con la presencia de numerosas asociaciones burgalesas vinculadas a este ámbito y ha sido traducida íntegramente a la lengua de signos por una intérprete.
En su homilía, el arzobispo ha iniciado el tiempo de Adviento recordando los «tres encuentros» con Cristo de los que hablan los padres de la Iglesia: su nacimiento hace dos mil años, su regreso glorioso al final de los tiempos y su presencia cotidiana en cada acontecimiento. Ha destacado la llamada del Evangelio a «estar en vela», una actitud que exige vivir «conscientemente, apasionadamente conscientes» de la presencia de Dios en alegrías y dificultades. Ha lamentado que «qué pena es pasar una vida distraídos» y ha recordado que el Adviento es «tiempo de esperanza, una esperanza que no defrauda».
Mons. Iceta ha subrayado que aprender a esperar permite «ahondar nuestra humanidad», crecer interiormente y mirar la vida desde la eternidad: «Si esta noche terminara nuestra vida, ¿qué hemos sembrado?». Ha citado a santa Teresa y san Juan de la Cruz para recordar que «al final de la vida lo que permanece es el amor», pues ante Dios «somos lo que hemos amado».
El arzobispo ha puesto en el centro a Cristo, buen pastor, que «nos carga sobre sus hombros» y cuya luz —«la luz del amor»— precede incluso a la física: «Lo primero que crea el Señor es la luz, es decir, nos abraza con su amor», ha explicado al comentar el relato de la creación.
En un momento especialmente significativo de su homilía, se ha dirigido directamente a las personas con discapacidad: «Vosotros, queridos hermanos con alguna discapacidad, y también vuestras familias, sois maestros en humanidad, maestros en esperanza». Ha reconocido que «tenemos tanto que aprender» y ha afirmado que en ellos «Cristo revela su fortaleza y su esperanza». Ha compartido que en estos días ha experimentado una cercanía especial por una «pequeñita discapacidad», una parálisis del nervio facial de la que se recupera, y ha recordado las palabras de León XIII: «La dignidad humana no se mide por la fuerza ni por la utilidad, sino por ser imágenes vivas de Dios».
El arzobispo ha invitado a vivir el ritmo propio de cada persona, no el que «impone esta sociedad, que se convierte en trituradora de personas», y ha asegurado que «en vosotros Dios se hace profundamente humano y por tanto divino».
Al concluir, ha dedicado unas palabras a la asociación de Amigos de don Andrés Manjón, presente en la misa coincidiendo con la fiesta de san Andrés. Ha repasado la vida del sacerdote y pedagogo burgalés, fundador de las Escuelas del Ave María, cuyo proceso de beatificación continúa abierto: «Esperemos que pueda llegar pronto a plenitud y tenemos que pedir el milagro». Finalmente, ha invitado a volver la mirada a la Virgen María en el inicio de la novena de la Inmaculada y ha pedido a la Madre que ayude a los fieles a «revestirse de Cristo» para vivir cada día «con tantos dones como Dios nos bendice».






