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Desde este sábado, 20 de diciembre, la Iglesia en Burgos cuenta con dos ministros más. Rodrigo Camarero Abad y Abner Muñoz Ruiz han entrado a formar parte del orden de los diáconos, tras su ordenación de manos de Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, en el altar mayor de la catedral de Santa María la Mayor. Una solemne ceremonia eucarística de ordenación diaconal en la que el arzobispo ha invitado a estos dos jóvenes a confiar en Dios en medio de la duda, a servir al plan de salvación y a ejercer el ministerio diaconal como un servicio humilde y esperanzado al Señor y a los hombres.
Ante gran parte del presbiterio burgalés, de Mons. Ramón del Hoyo López, obispo emérito de Jaén; y de sus familiares y seres queridos, estos dos jóvenes han dado un paso adelante en su camino al sacerdocio. Rodrigo, del Seminario de San José, y Abner, del Redemptoris Mater Santa María la Mayor, han recibido la imposición de manos del arzobispo, tras prometerle obediencia y respeto a él y a sus sucesores, y la plegaria de ordenación diaconal. También se les ha hecho entrega de las vestiduras propias del diácono: la estola, cruzada sobre el hombro izquierdo, y la dalmática y, revestidos con ellas, han recibido el Evangelio, que desde ahora podrán proclamar en la liturgia.
«Ayudar a Dios a entrar en el mundo»
Todo ello se ha producido tras la homilía, en la que Mons. Iceta, partiendo de la primera lectura del profeta Isaías, ha invitado a los nuevos diáconos y a toda la asamblea a «aprender a confiar en la perplejidad y la duda», evocando el encuentro entre el profeta y el rey Ajaz. Ha recordado que el monarca se encontraba paralizado ante la presión de alianzas enfrentadas y que Dios le pidió no apoyarse en estrategias humanas, sino permanecer fiel a la alianza. «Ni con unos ni con otros, con el Señor», ha subrayado, advirtiendo con las palabras de la Escritura: «Si no creéis, no subsistiréis».
El prelado ha destacado que la iniciativa es siempre de Dios, que ofrece una señal incluso cuando el ser humano duda. En ese contexto ha recordado el anuncio del Emmanuel, «Dios con nosotros», signo de una salvación que no se impone con fuerza, sino que se manifiesta en la pequeñez de un niño. Ha vinculado esta lógica divina con el propio gesto sacramental de la ordenación, «un gesto tan pequeño» como la imposición de las manos, que introduce a los ordenandos en un servicio «callado, constante y alegre».
Al hilo del salmo responsorial, el arzobispo ha señalado que la misión del ministro ordenado consiste en «ayudar a Dios a entrar en el mundo» y en acompañar a los hombres para que puedan «subir al monte del Señor». Ha precisado que el Reino de Dios no es una categoría política ni ideológica, sino una realidad personal, porque «Cristo es el Reino», y ha afirmado que el diaconado se sitúa al servicio de ese Reino que se implanta a través del amor y el servicio.
El diaconado es un ministerio llamado a «sembrar esperanza»
En ese marco, ha recordado que Dios dirige la historia, pero cuenta con la colaboración humana. El ministerio del diácono, ha explicado, es ponerse al servicio del Señor y, con Él, al servicio de una humanidad herida y desorientada. Ese servicio se concreta, ha señalado, en los tres ámbitos propios del diaconado: la Palabra, el altar y la caridad.
Como servidores de la Palabra, los diáconos han sido exhortados a dejarse envolver por el Evangelio para hacerlo vida y anunciarlo con coherencia. Como servidores del altar, han sido llamados a distribuir «con generosidad el pan de vida», el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados sin medida. Y como servidores de la caridad, se les ha recordado que solo quien se deja lavar primero por el Señor puede servir auténticamente a los demás, desde la humildad y la mansedumbre.
En referencia al año jubilar Peregrinos de Esperanza que está a punto de concluir, el arzobispo ha insistido en que el diaconado es un ministerio llamado a «sembrar esperanza», vivido con alegría y constancia. En ese contexto, ha citado al papa Francisco para subrayar que evangelizar es «hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo», y ha animado a no tener «vergüenza de reconocer la amistad con Él».
La homilía ha concluido recordando que el servicio a los demás no aleja de Cristo, sino que permite encontrarlo «de otra manera», porque «es su amor el que se manifiesta a través de nuestro servicio». Encomendando el ministerio de los nuevos diáconos a la Virgen María, el arzobispo ha pedido que ella los acompañe en los momentos de fragilidad, recordándoles siempre: «¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?».
«Sin ellos, no habríamos respondido nunca ni habríamos perseverado»
Tras la ordenación diaconal, Rodrigo y Abner han comenzado a ejercer su ministerio participando en el servicio del altar: preparándolo, entregándole la patena y el cáliz al arzobispo, incensando y sosteniendo el cáliz en la doxología. Además, también han distribuido la sagrada comunión a los fieles y han despedido al pueblo con el saludo «podéis ir en paz».
Antes de concluir la celebración, los nuevos diáconos han dirigido unas palabras de agradecimiento a sus familias, a los sacerdotes que les han acompañado en este camino vocacional y también a las personas que han rezado por ellos y por sus vocaciones. «Sin ellos, no habríamos respondido nunca ni habríamos perseverado», ha dicho Rodrigo en nombre de los dos.
Con esta ordenación diaconal, la Iglesia en Burgos ha incorporado a dos nuevos ministros ordenados al servicio del Evangelio, llamados a ejercer su ministerio como servidores de la alegría, de la esperanza y del amor de Cristo en medio del mundo.






