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Ningún evento internacional es capaz de reunir durante varios días seguidos a cientos de miles de jóvenes. En la última semana, las calles de Lisboa se han inundado con banderas, cantos y alegría de jóvenes católicos de todo el mundo, que han secundado la llamada del papa Francisco para participar en la última Jornada Mundial de la Juventud. Entre la riada de personas, 300 burgaleses de 19 realidades eclesiales diferentes que, coordinados por la delegación diocesana de Infancia y Juventud, han participado en los innumerables actos organizados –como conciertos, catequesis, celebraciones o exposiciones– y entre los que sobresalen los encuentros junto al Santo Padre, como el acto de bienvenida, la celebración de un Via Crucis y la gran vigilia de oración y la misa de clausura de estas jornadas, que ha reunido a más de un millón y medio de personas junto a la desembocadura del Tajo.

 

Para los burgaleses, participar en esta experiencia les ha ayudado a «aclarar dudas», «tener tiempo para reflexionar, madurar en la fe y conocer gente de todo el mundo» y tener «esperanza en la juventud cristiana», como algunos de ellos compartían en las redes sociales tras doce días intensos de viaje. Para el delegado de Infancia y Juventud, Óscar Moriana, esta JMJ ha calado de diferentes maneras entre los jóvenes burgaleses: «Algunos se habrán quedado sólo en aspectos periféricos, mientras que otros lo han vivido con intensidad y ha reforzado su vida creyente y encontrado nuevas metas y retos para su vida cristiana». Para Moriana, el Papa ha sido muy accesible a los jóvenes y su mensaje «transparentaba a Cristo».

 

También para el arzobispo estas jornadas han sido una «experiencia profunda de fe, encuentro, alegría y entusiasmo evangelizador». Don Mario Iceta ha descubierto que los jóvenes son «incombustibles» y valora positivamente «su seriedad en las celebraciones y el respeto con el que tratan a todo el mundo»: «Parece que por ahí no ha pasado tanta gente porque son personas de orden, respeto y cuidado». Para el pastor de la archidiócesis, se trata de una jornada «católica, universal y de comunión», donde se dan la mano «la convivencia y el conocimiento de otras realidades» y que supone un «espaldarazo a la pastoral juvenil y un envío a la misión en los lugares donde se encuentran y habitan los jóvenes».

 

Intenso programa

 

Los 300 burgaleses se sumaron a la expedición coordinada por la Conferencia Episcopal Española, encargada de la logística de la peregrinación nacional, que han secundado 80.000 jóvenes. Todos ellos se han alojado en distintos emplazamientos en Cascais y Estoril, donde el pasado martes se dieron cita para celebrar la eucaristía y mantener una jornada festiva. Allí también han mantenido encuentros junto a obispos y jóvenes de las demás diócesis de Castilla y León.

 

Aunque, sin duda alguna, el recuerdo que más ha marcado a los jóvenes ha sido la experiencia vivida durante la primera semana del viaje, donde disfrutaron de la acogida brindada por familias católicas de la diócesis de Aveiro, que abrieron sus puertas y les ofrecieron un nutrido programa de actividades.

 

La JMJ ha sido para ellos tan enriquecedora que ya piensan en las próximas citas a las que el Papa les emplaza: Roma, en 2025, y Seúl, en 2027. El delegado diocesano de Juventud así lo respalda: «Merece la pena apostar por los jóvenes y hacerlo en red, coordinando equipos en parroquias, colegios, asociaciones…» «En el fondo es seguir manteniendo esta dinámica e invitar a los jóvenes a vivir su fe en sus grupos y juntarnos y hacer familia universal en estos encuentros, que siempre son un revulsivo personal y colectivo».

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