En una noche fría y estrellada, el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha presidido la tradicional Misa de medianoche en la solemnidad de la Natividad del Señor, conocida popularmente como ‘misa del gallo’. La celebración, que ha comenzado puntualmente a las doce de la noche, ha tenido lugar en la capilla de Santa Tecla de la catedral de Santa María.
En su homilía, el arzobispo ha compartido tres reflexiones sobre el misterio de la Navidad, partiendo del relato del evangelio de San Lucas. Mons. Iceta ha destacado que «la Navidad no deja indiferente a las personas», señalando que incluso aquellos más alejados de la fe experimentan en estas fechas «una nostalgia profunda de Dios».
El prelado ha profundizado en el significado de la Encarnación, explicando que «no hemos sido creados para terminar en la tierra, hemos sido creados para vivir en el cielo», y ha subrayado cómo Dios «se ha hecho un niño» para acercarse a la humanidad. «Ya podemos ser como Dios, podemos ser hijos de Dios», ha afirmado.
En su segunda reflexión, el arzobispo ha meditado sobre la manifestación de Dios en la figura de un niño, recordando la profecía de Isaías. «El poder de Dios es la pequeñez de un niño que desarma toda guerra, que desarma todo enfrentamiento», ha señalado Mons. Iceta, quien ha contrastado esta imagen con las «deidades potentes de la mitología».
Especial atención ha dedicado el arzobispo al simbolismo del pesebre, destacando cómo María «no se lo guarda para sí» sino que «nos lo entrega inmediatamente». Ha explicado que Belén significa ‘casa de pan’ y que «cada vez que celebramos la Eucaristía, no deja de ser un cierto Belén donde el Señor se nos ofrece como alimento».
Para concluir, Mons. Iceta ha reflexionado sobre la actitud de los pastores, citando al papa Benedicto XVI: «El camino más rápido de llegar a Belén es la humildad». El arzobispo ha finalizado su homilía con un recuerdo para aquellos que sufren, mencionando «el dolor de la guerra, del hambre, de no encontrar trabajo, de la enfermedad, el dolor de Valencia con la dana, el horror de tantas guerras y movimientos migratorios de sufrimiento», pidiendo que «esta luz de Belén se extienda por toda la tierra».