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Este lunes, 10 de marzo, el paseo de la Sierra de Atapuerca ha sido escenario de una nueva concentración en defensa de los derechos de las personas migrantes. El CXXXV Círculo de Silencio, convocado por la Delegación de Pastoral para las Migraciones y la Movilidad Humana, ha puesto de relieve la complicada situación política nacional e internacional, en la que las migraciones se presentan como ‘el gran problema’. Entre los participantes en el Círculo de Silencio se encontraban los seminaristas del Seminario Diocesano de San José, que este marzo se encuentran celebrando el mes del seminario, con el lema Sembradores de Esperanza.

 

En el manifiesto leído en la concentración, los participantes han señalado su preocupación por la resolución de las peticiones de protección internacional en nuestro país. «Se han acelerado, lo cual en principio está bien, para no hacer esperar, a las personas solicitantes, tiempos innecesarios. Pero parece ser que la agilidad no viene porque se hayan contratado más funcionarios, sino porque los expedientes se estudian por inteligencia artificial, con unos algoritmos que no conocemos, y cuyo resultado por tanto es muy cuestionable», han señalado.

 

«No falta tampoco la actitud superficial de quienes componen, con la esperanza, ‘poesía fácil’, incapaces de enfrentarse sinceramente a sus egoísmos y de decidirse por el bien al prójimo, limitando la esperanza a una ilusión, a un ensueño utópico. Esta falsa esperanza se transforma en una frívola voluntad, que a nada conduce. La esperanza ha de hacerse concreta y, como dice el Papa, para que la migración sea una decisión realmente libre, es necesario esforzarse por garantizar a todos una participación equitativa en el bien común, el respeto de los derechos fundamentales y el acceso al desarrollo humano integral. Sólo así se podrá ofrecer a cada uno la posibilidad de vivir dignamente y realizarse personalmente y como familia», prosiguen en su comunicado.

 

«Parece que solo miramos las migraciones como si fueran un problema; no las consideramos también una oportunidad. No seremos verdaderamente humanos hasta que no sepamos mirar y tender nuestras manos a nuestros hermanos de África, América, Asia… que claman esperanza, pero una esperanza con rostro, nuestros rostros», concluye el manifiesto leído en el Círculo de Silencio.