En 1969, cuando los frailes agustinos de Chicago pidieron ayuda a las religiosas de clausura de España para fundar una comunidad en Estados Unidos, pocos esperaban que alguien respondiera afirmativamente. Pero desde el monasterio de Agustinas de Burgos, una joven monja de 33 años alzó la voz: «Pues voy yo, madre». Era sor María del Carmen Miravalles. Así comenzó una historia que, medio siglo después, conecta a Burgos con el nuevo Papa de la Iglesia católica.
Instalada ya en Chicago, sor Carmen solía visitar el colegio que los Agustinos regentaban en la ciudad. Allí conoció a un niño de 12 años llamado Robert Francis Prevost. Aquel encuentro fue el inicio de una amistad espiritual duradera. Años más tarde, en 1977, Robert ingresó en el noviciado agustino. Cuando le contó a sor Carmen que celebraría su primera misa, ella le hizo una promesa: «Te haré toda la ropa para tu cantamisa». Y cumplió.
Aquel joven ordenado sacerdote en Chicago es hoy el papa León XIV, el primer Pontífice agustino, y sus vestiduras litúrgicas de aquel día tan especial fueron confeccionadas por una burgalesa.
Una visita inesperada al monasterio de la calle Francisco Salinas
En 2012, cuando era prior general de los Orden de San Agustín, Prevost visitó Burgos para reencontrarse con las monjas del convento de la calle Francisco Salinas. La visita fue sencilla y emotiva. «Yo estaba en la cocina con el delantal, limpiando… y le abrí la puerta», recuerda entre risas sor Consejo, una de las cinco religiosas que habitan actualmente en el convento. «No sabíamos qué darle de comer. Teníamos lentejas y una tortilla de patata». Finalmente, el entonces prior se limitó a pasar un rato con ellas.
La comunidad burgalesa ha mantenido desde entonces un vínculo especial con el ahora Papa. De hecho, tras su elección como Pontífice, la comunidad quiere hacerle un regalo: casullas, estolas y albas litúrgicas que él podrá distribuir en las tierras de misión.
Un Papa con alma agustina y corazón burgalés
Con 69 años, León XIV ha recorrido el mundo como superior de su Orden y conoce de cerca la realidad de la Iglesia en todos los continentes. Su espiritualidad, profundamente agustiniana, es para sor Consejo una respuesta del Espíritu Santo a los tiempos actuales: «San Agustín también buscaba la verdad, como los jóvenes de ahora. Este Papa sabe cómo hablarles y comprenderles», asegura.
Además, hay un detalle curioso y muy simbólico: sor Consejo, que lleva el nombre de la Virgen del Buen Consejo, sueña con rezar ante la patrona de su Orden junto al Papa en el santuario italiano de Genazzano, donde todos los papas acuden a pedir consejo y donde León XIV ya ha estado.