La hermana María Luisa vive estos días con la serenidad y la gratitud de quien sabe que ha llegado la hora de decir un “sí” definitivo. Este 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Virgen, pronunciará sus votos solemnes en el Monasterio Cisterciense de Santa María la Real de Huelgas. «Es una alegría saber que el Señor me quiere para siempre con Él», confiesa esta religiosa peruana.
Su vocación fue madurando poco a poco. «Descubrí que el Señor me llamaba a la vida consagrada en medio de mi vida ordinaria, en la parroquia, en la oración, en el servicio a los demás». Durante un tiempo, convivió con las monjas para discernir si esa era realmente su llamada. «La vida en comunidad, la liturgia, la oración silenciosa… todo ello me fue confirmando que este era mi lugar», explica.
El camino hasta la profesión solemne ha estado marcado por la formación, la oración y la vida fraterna. «Han sido años de ir conociendo más a la comunidad y, sobre todo, de dejarme conocer y transformar por el Señor», afirma. Ahora, siente que da un paso que no tiene vuelta atrás, pero que le llena de paz: «Es un compromiso que asumo libremente y con alegría».
Vivir en clausura para abrirse al mundo
La hermana María Luisa reconoce que, para muchos, la vida contemplativa puede parecer lejana o incluso incomprensible. «Algunos piensan que nos encerramos para no hacer nada, pero nuestra vida es profundamente fecunda. No estamos ajenas al mundo: lo llevamos cada día en la oración, especialmente a las personas que sufren».
Su jornada se estructura en torno a la liturgia de las horas, la Eucaristía y el trabajo comunitario. «Rezamos por todos: por la Iglesia, por las familias, por la paz en el mundo. Y trabajamos para sostenernos, cuidando el monasterio y dedicándonos a tareas de planchado».
En su opinión, la clausura no aísla, sino que abre a una relación más profunda con Dios y con la humanidad. «Desde aquí, acompañamos la vida de muchos. Recibimos cartas, llamadas, mensajes pidiendo oración. Es un modo silencioso, pero real, de estar presentes en la vida de las personas».
Un “sí” definitivo y confiado
En la ceremonia de este 15 de agosto, la hermana María Luisa pronunciará públicamente sus votos de estabilidad, conversión de costumbres y obediencia. «Es entregarle al Señor toda mi vida. No es algo que se haga de un día para otro, sino fruto de un camino de discernimiento».
Se siente agradecida por el apoyo recibido. «Mi familia, mis amigos y la comunidad han estado siempre a mi lado. Han respetado mi proceso y me han acompañado con cariño». De hecho, sus padres, acompañados de una de sus hermanas, han llegado hace unos días a Burgos para acompañar a la religiosa en este día tan especial.
Sor María Luisa también reconoce la importancia de la Virgen María en su vocación: «Ella ha sido un modelo y una guía constante. Me ayuda a mantenerme fiel y a vivir con alegría».
Para quienes se preguntan por el sentido de esta entrega, la hermana María Luisa lo resume con sencillez: «El Señor me ha llamado y yo he respondido. Esa es mi felicidad». Y añade una invitación para los jóvenes: «Que no tengan miedo de preguntarle al Señor qué quiere de ellos. Su llamada siempre es para nuestra plenitud».
Con su profesión solemne, la comunidad de Huelgas recibe a una hermana que ha decidido consagrarse por entero a Dios. Un ‘sí’ que, desde el silencio y la oración, seguirá siendo un testimonio vivo de esperanza para el mundo.