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Ayer por la noche, la catedral de Burgos acogió una vigilia de oración por los cristianos perseguidos, organizada por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). El acto, presidido por el arzobispo, monseñor Mario Iceta, fue especialmente conmovedor gracias al testimonio del padre Patrick Akpabio, sacerdote nigeriano afincado en Vitoria, quien compartió la dolorosa realidad que viven sus compatriotas por causa de su fe. El acto estuvo presidida por la cruz de las reliquias de los mártires vinculados a Burgos de la persecución Española del pasado siglo y contó con varios momentos significativos, como el beso a un icono marcado por varias balas.

 

«El tiempo que vivimos en Nigeria es un tiempo de sangre», relataba el padre Patrick en una entrevista en uno de los programas religiosos de Cope Burgos. Su voz, serena pero firme, fue desgranando el horror: ataques sistemáticos, comunidades desplazadas y una violencia cada vez más organizada con la intención, según él, de «devorar la historia de los cristianos» en su país. «Cada día hay personas que pierden la vida solo por creer en Cristo», denuncia.

 

Nigeria es uno de los países más peligrosos del mundo para los cristianos. Sin embargo, esta realidad apenas ocupa titulares en los medios internacionales. «¿Cómo podemos hablar de derechos en Palestina o en Ucrania mientras el mundo guarda silencio ante los terroristas en Nigeria?», cuestiona el sacerdote, haciendo un llamamiento claro a la comunidad internacional.

 

El padre Patrick también apela directamente a los cristianos de Occidente. «Aquí en España tenéis paz, libertad, estáis como en el cielo. Pero muchos deciden no ir a misa aunque haya catorce en el barrio. Mientras tanto, en Nigeria, nosotros nos jugamos la vida por ir a una sola eucaristía. ¿No es hora de despertar?», se pregunta. En su opinión, el testimonio de los cristianos perseguidos debería servir como «un grito que despierte la fe adormecida» de Europa.

 

«No estamos solos»

 

Uno de los momentos más intensos de su entrevista fue al hablar sobre el valor de la oración. Para él, orar por los cristianos perseguidos es más que un gesto piadoso: es un acto de comunión y esperanza. «La oración nos dice que no estamos solos. Cuando el mundo calla, ese silencio es otra forma de persecución. Pero saber que hay hermanos rezando por nosotros nos da fuerza para seguir amando y perdonando, incluso a nuestros enemigos, como nos pide Jesús».

 

La vigilia concluyó con un momento de adoración eucarística. Con testimonios como el del padre Patrick, la Iglesia de Burgos se une a una cadena de oración y denuncia que, desde el silencio y la fe, clama justicia para los olvidados del mundo.