El Seminario Diocesano de San José está celebrando este domingo, 9 de noviembre, la fiesta del Reservado, en la que se recuerda la primera vez en la que el Santísimo Cuerpo de Cristo fue «reservado» en el sagrario de la capilla del edificio.
Con ese motivo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, ha presidido la celebración eucarística que ha tenido lugar en la capilla mayor del Seminario, concelebrada por el rector, los formadores del Seminario y algunos sacerdotes que han querido acompañar a la comunidad.
Antes de comenzar la celebración, el arzobispo ha subido al coro de la capilla para bendecir el órgano recién instalado en éste. Mons. Iceta ha mantenido un diálogo con el órgano —interpretado por Enrique Martín, organista titular de la catedral de Santa María Magdalena de Getafe y profesor de órgano en el Conservatorio Profesional de Música Rafael Frühbeck de Burgos—, y después lo ha asperjado con agua bendita y lo ha incensado.
En la homilía, el arzobispo ha tomado como referencia la carta del papa León XIV a la comunidad del Seminario Mayor Arquidiocesano San Carlos y San Marcelo de Trujillo, en Perú —del que fue formador y director de estudios—, con ocasión del cuarto centenario de su fundación, y que se hizo pública el pasado 4 de noviembre.
Mons. Iceta ha entresacado de esa carta diez puntos importantes que, a su juicio, los seminaristas —y también los sacerdotes— tendrían que tener muy cuenta para llegar a ser pastores santos.
En primer lugar, «estar con el Señor. Dejar que él os forme. Amarle para parecerse a él». También que, antes de cualquier cosa, «que el Señor aclare las motivaciones y purifique las intenciones. Lo decisivo no es ordenarse, sino ser verdaderamente sacerdotes».
«La vida del Seminario», ha dicho Mons. Iceta, «es un camino de rectificación interior». «Confesión frecuente, dirección espiritual sincera y obediencia confiada» son las claves, ha explicado, para lograr «seminaristas de corazón limpio, que busquen a Cristo sin doblez». Por ello, también es fundamental un discernimiento «continuo». «La sinceridad ante Dios y ante los formadores protege de la autojustificación», ha señalado.
El arzobispo ha recordado que el corazón del seminarista «se forma en el trato personal con Jesús». «En la oración se aprende a conocer a Jesús. El tiempo dedicado a la oración es la inversión más fecunda de la vida. No puede hablar de Dios quien poco habla con Dios. El Pueblo de Dios tiene una sensibilidad especial para detectar cuando las palabras de un sacerdote son vacías», ha apuntado.
La Iglesia ha reconocido siempre que el estudio es «indispensable para que la fe se haga sólida. El trabajo intelectual —especialmente, el teológico—, estudiar, es una forma de amor a Dios. Sin estudio serio no hay verdadera pastoral», ha afirmado Mons. Iceta.
También ha apuntado que la vida espiritual debe orientarse «hacia el Altar». «Al nutrirse de la Eucaristía, se comprende la unidad entre ministerio y sacrificio. Cuando la Cruz se asume, la Eucaristía se convierte en el verdadero centro de la existencia». El arzobispo ha asegurado que hay un «nexo» entre sacerdote y Eucaristía. «No puedo comprender a los sacerdotes que no celebran diariamente la misa». «La Eucaristía configura mi corazón. El corazón tiene que ser de la Eucaristía».
La unión con Cristo en el Sacrificio eucarístico se prolonga en la paternidad sacerdotal. «Un verdadero padre no vive para sí, sino para los suyos. Por eso, «el sacerdote debe llevar en su corazón a su pueblo». Tal paternidad se expresa en actitudes de entrega: «el celibato como amor indiviso a Cristo y a su Iglesia», «la obediencia como confianza en la voluntad de Dios», «la pobreza evangélica como disponibilidad para todos» y «la misericordia y fortaleza que acompañan las heridas y sostienen en el dolor».
Además, les ha invitado a huir de la mediocridad, tan presente en nuestros días. Mons. Iceta ha descrito algunos de los peligros que encarna, y que el papa León XIV recoge en su carta: «la mundanidad que disuelve la visión sobrenatural de la realidad», «el activismo que agota», «la dispersión digital que roba interioridad», «las ideologías que desvían del Evangelio» y «la soledad de quien pretende vivir sin el presbiterio y sin su obispo». «Solos sois vulnerables», les ha recordado. «La fraternidad y comunión sacerdotal son intrínsecas a la vocación». «La Iglesia no necesita funcionarios solitarios, necesita pastores santos que se entreguen juntos».
Para concluir, les ha recordado que «el Seminario es un don inmenso» y que no están solos, porque «Dios, los santos y toda la Iglesia caminan con vosotros, y de modo particular vuestro obispo y sus formadores. Recibid de ellos la guía y la corrección como gestos de amor».
Estas diez claves, ha dicho Mons. Iceta, deberían esta colgadas en todas las habitaciones del Seminario, porque «si las aplicamos, empezando por mí, seremos sacerdotes santos. Y una vida sin santidad no merece la pena».
Al concluir, la celebración, el arzobispo también ha agradecido a las familias de los seminaristas por su disponibilidad y entrega, y ha recordado que la vida sacerdotal es una vida apasionante en la que sus hijos serán felices.
Tras la misa, Enrique Martín ha realizado un breve concierto de órgano para mostrar las capacidades del nuevo instrumento con el que cuenta la capilla del Seminario, que dotará de mayor solemnidad a las celebraciones que se realicen en ella.






