Queridos hermanos y hermanas:
Hace un mes comenzábamos la celebración de la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación. La Iglesia en España se unía al mensaje del Papa Francisco para celebrar el Tiempo de la Creación que concluye esta semana, el día 4 de octubre, con la festividad de san Francisco de Asís.
Con el lema Que la justicia y la paz fluyan, el departamento de Ecología Integral de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social anima a vivir este tiempo con el convencimiento de que nuestras acciones «son oportunidades de construir modos de existencia respetuosos con la preciosa obra de Dios que nos rodea y con los hermanos que comparten con nosotros la casa común».
Para ello, es necesario aprender a vivir en comunión con los demás y con todas y cada una de sus necesidades, siendo plenamente conscientes de que «la Tierra es suficiente para todos», como señalan los obispos.
En este sentido, hemos de optar –al hilo de las palabras que el Santo Padre escribe para esta ocasión– por «una renovación de nuestra relación con la Creación», de modo que «no la consideremos como un objeto del que aprovecharnos», sino que «la custodiemos como un don sagrado del Creador».
Esta conversión ecológica (así lo llamaba el Papa san Juan Pablo II) ha de empezar por nosotros mismos. Solo así podremos edificar, gesto a gesto, un camino de plenitud para quienes vayan a continuar la senda que hoy sellan nuestros pasos. Solo desde ese vínculo indisoluble entre el cuidado y la justicia alcanzaremos el deseo de que todos tengan vida, y una vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).
«Cuando buscamos ante todo el reino de Dios (cf. Mt 6,33), manteniendo una justa relación con Dios, la humanidad y la naturaleza», destaca el Papa en su mensaje, «entonces la justicia y la paz pueden fluir, como una corriente inagotable de agua pura, nutriendo a la humanidad y a todas las criaturas».
Un mandamiento que instauró san Francisco de Asís, a quien celebraremos el miércoles próximo. El fundador de la Orden Franciscana supo contemplar el valor de cuanto le rodeaba como una admirable creación de Dios. En cada una de las criaturas descubría la huella del Padre, su mano bondadosa, su belleza infinita. Il poverello supo encontrar la alegría en Dios, en la fraternidad, en la pobreza y en la naturaleza; por eso, permanecía horas contemplando la creación y alabando a Dios junto a sus hermanos por la inmensa bondad que en ella se refleja. Su influencia, de hecho, trasciende las barreras de la nuestra fe y cultura, pues sus enseñanzas en torno al cuidado de la creación alcanzan todos los rincones de la tierra.
En este sentido, el ser humano es llamado a vivir responsablemente, cuidando el entorno donde vive, evitando lo que lo deteriora, promoviendo el bien y belleza que nos acoge, nos sustenta, nos permite vivir. Dios ha creado una tierra generosa donde la vida florece en todos los rincones y nos invita al agradecimiento y la alabanza.
En este tiempo en el que se entrelazan las esperanzas y las dificultades, los gozos y las incertidumbres, aferrados a ese cántico de san Francisco de Asís celebramos la bondad de Dios que ha creado para nosotros una casa tan hermosa y fecunda que proclama su amor y misericordia. Ella es el lugar apropiado para que florezca en la humanidad una fraternidad verdadera que procede de Dios Padre, que nos ha hecho hermanos en Cristo.
Le pedimos a la Virgen María que nos inspire y ayude a conservar siempre viva la actitud de agradecimiento y alabanza. De su mano de Madre y Reina de todo lo creado (cf. Laudato Si ́, n. 241), nos aferramos a las palabras de san Pablo VI, pronunciadas en 1972 durante el Ángelus en la solemnidad de la Inmaculada Concepción: «La ecología de nuestra civilización no debe avergonzarse ni olvidar que es cristiana».
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.