En la Ribera del Duero, los Reyes Magos, además de traer regalos en la mágica noche del 5 de enero, también los reciben, porque desde hace 40 años se encuentran de nuevo con la aldea de Belén de Judá que visitaron hace más de 2.000 años. Es Torregalindo, que desde los años 80 del pasado siglo se convierte por unas horas en la aldea donde nació el Salvador para recibir a los magos de Oriente. Una cabalgata que es a la vez el mayor belén viviente de la comarca, en el que se recrean los episodios previos y posteriores al nacimiento de Jesús y que nació hace 40 años en el colegio del pueblo gracias a la ilusión y el empeño de su entonces maestra, Carmina Frutos.
Alguno de los pastorcillos de entonces se ha convertido ahora en un recio mesonero o una aplicada lavandera. Y es que uno de los méritos de la organización es haber enganchado a los hijos del pueblo que a lo largo de los años han encontrado otro destino para vivir o trabajar y que en estas fechas regresan para no perderse este acontecimiento: si el padrón de Torregalindo apenas pasa del centenar de vecinos en el desarrollo de la cabalgata están implicadas más de 200 personas.
Uno de los más ilusionados es Daniel Calvo, presidente de la Asociación Cultural Conde Galindo, quien, desde su juventud, hace un homenaje a quienes llevan ya cuatro décadas empeñados en mantener y mejorar esta tradición del belén viviente, que ha llegado a ser reconocida hace dos años como Fiesta de Interés Turística Regional. También subraya que la clave del éxito ha sido la ilusión y el trabajo colectivo «Aquí en Torre tenemos unas mentes que durante todo el año no paran de pensar en la Cabalgata» indica gráficamente. «Y así surgen rincones nuevos, ambientaciones nuevas y todo lo que pueda sumar. Mantener la ilusión viva, renovada todos los años, es de alabar».
Muchas de ellas se convierten en los personajes del nacimiento y otras se encargan de la ambientación y de tareas logísticas que han empezado hace varias semanas: ya está preparada la iluminación del castillo, con la estrella de Belén, también las estructuras de los talleres artesanales, el molino y hasta el mecanismo por el que un río surcará el centro de Torregalindo, con su propio surtidor. Mientras tanto, un grupo de mujeres lleva casi dos meses elaborando farolillos artesanos que oculten las bombillas que casan mal con una aldea del año 1 de nuestra era cristiana.
Todo ello para que en la tarde del cinco de enero estén listos los distintos escenarios en los que recrearán las escenas evangélicas de la Navidad, desde el viaje de san José y la Virgen María para su empadronamiento hasta el ofrecimiento de los dones por parte de los sabios de Oriente en el portal, la anunciación a los pastores, la visita de los Reyes a Herodes, o el posadero que no da cobijo a la pareja sagrada. A lo largo de los años se han ido añadiendo otros escenarios donde los visitantes pueden disfrutar de talleres artesanos, un mercado de productos tradicionales o pueden entonarse ante el frío de la noche con sopas de ajo, chocolate o castañas asadas. Y no solo la Sagrada Familia puede empadronarse: todo el que se acerque a la oficina del padrón podrá salir del pueblo con su certificado censal que acredita que es ciudadano de la aldea de Belén. De la ribereña, eso sí.
Cada año entre 4.000 y 5.000 personas visitan este belén viviente en la tarde del 5 de enero. Aunque Torregalindo está ubicado en una ladera rodeada de espacios diáfanos en los que dejar los vehículos, este año acondicionará una zona más amplia como parking oficial con el apoyo del Ayuntamiento del municipio, que cada año colabora con la organización. Aún así, la recomendación es acudir antes de que comience la recreación de las escenas, que empezará sobre las 19:00h. Y no solo para aparcar con mayor comodidad, en un día en el que el pueblo recibe a miles de personas, sino para poder disfrutar de cada detalle de la ambientación.