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A la espera de que el belenismo sea declarado por la Unesco como Bien Cultural Inmaterial –el VIII centenario de su creación por san Francisco podría ser un buen motivo–, los artesanos de las figuras y los armadores de estos montajes se conforman con que haya sido declarado como tal por el consejo de ministros. Con esta declaración, el Gobierno de España se compromete a «reconocer y salvaguardar esta práctica», que «trasciende lo estrictamente religioso para encuadrarse en una dimensión cultural, convirtiéndose así en un hecho sociológico». «Una muestra de una identidad colectiva, presente prácticamente en toda España», como aseguraba el decreto de declaración, firmado en junio de 2022.

El belenismo se suma así a las artes que tienen una especial significación y que no están respaldadas por un elemento físico, como el toque de campanas, el silbido gomero o las fallas. Y es que si de algo puede presumir el belenismo es de ser un arte efímero, de apenas unos días de duración y de imposible repetición: cada belén es único y nunca podrá ser igual de un año para otro.

Bien lo saben algunos de los belenistas de la provincia, para quienes añadir elementos novedosos en sus montajes es una obligación. Un arte que embauca a sus admiradores y que hace mejorar técnicas de construcción, vegetación e iluminación. Así lo sostiene Gustavo García, encargado de montar el belén de Renuncio, su pueblo. Para él, es un arte que «engancha».

Recuerda cómo hace 25 años le regalaron unas cuantas figuras para poner un nacimiento en la casa del pueblo. Le gustó a la familia y le animaron a ponerlo en la iglesia, consiguiendo el aplauso de todo el vecindario. Enseguida la iglesia se le quedó pequeña y aprovechó la cochera de su hogar hasta lograr un belén de 55 metros cuadrados, más de 200 figuras y casas realizadas artesanalmente. Un montaje afamado al que cada año acuden cientos de visitas de toda España. Como indica, el belenismo es un arte que no se improvisa. Para él, la Navidad comienza en septiembre, y junto con su padre –con el que también surgen contrariedades, aunque «es una buena manera de juntarnos los dos»– logran un espectacular montaje con su ciclo de día y noche, agua, figuras en movimiento y realistas edificaciones. «El belén te da paz; montarlo te ayuda a ser paciente, a relajarte después de la intensa actividad». Y anima a todo el mundo a montar uno en casa, pues «verlo finalizado te reconforta».

A quien también enganchó desde pequeño esta afición por los belenes fue a Álvaro Tajadura. Recuerda con nostalgia los montajes que creaba en casa con su padre, cuando ya hacían casitas con corcho. Con el paso de los años, y «aprendiendo de grandes maestros belenistas», ha conseguido una técnica realista que plasma en el montaje que cada año realiza en la parroquia donde ejerce como sacerdote, el Hermano San Rafael de la capital.

Comienza su construcción en verano y le dedica «cientos de horas» hasta lograr, en apenas nueve metros cuadrados, edificaciones plagadas de detalles que renueva completamente cada Navidad. «Para un belenista, es vital hacer un montaje diferente cada año; yo disfruto haciendo siempre todo nuevo» y anima a todos a hacer lo mismo: «No hay belenes feos, lo feo es no montar el belén. En las casas de todos los cristianos debería haber uno, por sencillo y modesto que parezca».

 

Cada año, más y más

Pero si hay un belén donde crece la afición y el deseo por sumar calidad y extensión es el del ejército. La catedral se ha quedado pequeña y el monasterio de San Juan permite ahora al regimiento de transmisiones –tras 31 ediciones– sumar 500 metros cuadrados de montaje, con 2.400 figuras y 120 escenas, desde el Génesis al Apocalipsis.

«Siempre hay novedades», explica el teniente Enrique Menayo, que coordina el trabajo de una treintena de soldados. Entre las de esta edición, un mural de la creación, una escena del Apocalipsis sobre el agua y guiños a la Policía Nacional en su 200 cumpleaños y al Ayuntamiento, que cede el recinto para la creación de este monumental nacimiento. Su montaje es uno de los más populares de la ciudad. Sólo el año pasado fue visitado por 42.000 personas, que pagando un euro, sirvió para «enviar doce cunas a Ucrania, Turquía y Siria», entre otros países en dificultad.

«Trabajamos con esa finalidad, es nuestra misión militar en la actualidad: agradar al público y que el público sepa que el dinero se destina a una causa justa, a gente que lo necesita», explica el teniente. Este año, el dinero recaudado se entregará a Cáritas Castrense, la asociación de Donantes de Médula Ósea de Burgos, la asociación Corea de Huntington de Castilla y León y la casa de acogida «San Vicente de Paúl» que las Hijas de la Caridad tienen en Burgos.

El belén del ejército cuenta con más de 500 metros cuadrados, 120 escenas y 2.400 figuras.