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La Delegación de Pastoral para las Migraciones y la Movilidad Humana ha celebrado este miércoles la primera sesión del ciclo de diálogo cristiano-musulmán que organiza anualmente. Bajo el lema Dios, migrantes, ¿esperanza?, la jornada ha querido poner el foco en la dimensión espiritual del fenómeno migratorio, dando voz a quienes lo viven en primera persona, tanto en los lugares de tránsito como en las comunidades de acogida.

 

El encuentro ha comenzado con una conexión en directo con la religiosa Montse Prats RSCJ, misionera española que trabaja en la ciudad marroquí de Oujda, en la frontera con Argelia. Desde allí, Montse ha compartido su experiencia cotidiana de acompañamiento a migrantes, en su mayoría subsaharianos, que buscan llegar a Europa atravesando rutas marcadas por la violencia, la inseguridad y la precariedad. En su intervención, ha subrayado el papel que desempeña la fe para muchas de estas personas. «Si no cuentas con Dios, no puedes salir de tu país», ha afirmado, recogiendo una de las frases que escucha a menudo.

 

Según ha relatado, los migrantes viven el viaje como una verdadera «aventura», un camino incierto pero marcado por la convicción de que «no hay viaje en el que Alá no acompañe a sus siervos». En muchos casos, ha explicado, antes de partir buscan la bendición de sus padres; si no logran despedirse de ellos, viajan «en soledad», sintiendo esa ausencia como una herida espiritual. Pero con la bendición de Dios, son capaces de afrontar las pruebas más duras: la espera, el hambre, los abusos, las torturas o las violaciones que en demasiadas ocasiones se producen en las fronteras.

 

Una Iglesia que es posada y refugio

Montse Prats también ha destacado cómo la pequeña comunidad católica de Oujda —formada por dos religiosas, dos religiosos y un pequeño grupo de estudiantes cristianos— se ha convertido en «una posada» para todos. «Reconocen a Dios en nosotros», ha afirmado, haciendo referencia a la acogida que prestan a personas migrantes de distintas confesiones, musulmanas y cristianas. «La fe y la esperanza se contagian», ha añadido, recordando que la Iglesia está llamada a ser «signo del amor de Dios» para todos, sin distinción.

 

La jornada de diálogo ha continuado con el testimonio de Coly y Yamá, dos hombres de origen senegalés que residen en Burgos y que compartieron con los asistentes su vivencia religiosa como musulmanes. En sus palabras, han reconocido la presencia de Dios en los acontecimientos de su vida, señalando que «todo sucede gracias a Dios». Sus relatos han permitido a los asistentes comprender mejor cómo se entrelazan la fe, la resiliencia y la esperanza en los procesos migratorios.

 

El ciclo de diálogo interreligioso continuará este jueves, 29 de mayo, con una segunda sesión que contará con la participación de Marie Lucia Monsheneke, activista católica, presidenta de la asociación Famek Elkartea – Asociación de Mujeres Kongovascas de Bilbao. Su intervención servirá para seguir profundizando en la relación entre Dios, migrantes y esperanza, el tema que vertebra estas jornadas y que busca tejer puentes entre personas y comunidades de distintas tradiciones religiosas, pero con una experiencia común: la del desarraigo, la búsqueda de dignidad y la confianza en que otro futuro es posible.