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Este domingo, 8 de junio, solemnidad de Pentecostés, la Iglesia en Burgos se ha vestido de fiesta. La Catedral ha sido escenario de la celebración diocesana del Jubileo universal Peregrinos de Esperanza y del 950 aniversario del traslado de la sede episcopal de Oca a la ciudad de Burgos. Una ceremonia multitudinaria –había más de 1.000 personas en el templo mayor de la archidiócesis– y cargada de signos que han hecho referencia al ministerio episcopal, a la sucesión apostólica y a las diferentes sedes que ha tenido la archidiócesis de Burgos.
La celebración eucarística ha estado presidida por Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, y concelebrada por los arzobispos eméritos de Burgos, Mons. Fidel Herráez Vegas y Mons. Francisco Gil Hellín; los obispos burgaleses Mons. Vicente Rebollo Mozos, obispo de Tarazona; Mons. Cecilio Raúl Berzosa Martínez, obispo emérito de Ciudad Rodrigo; Mons. Ramón del Hoyo López, obispo emérito de Jaén; Mons. Braulio Sáez García OCD, obispo auxiliar emérito de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia); el abad del Monasterio de Santo Domingo de Silos, Dom Lorenzo Maté Sadornil OSB; y un buen número de sacerdotes de la archidiócesis.
La procesión de entrada en el templo ha cambiado su itinerario habitual para convertirse en el primero de los símbolos de esta tarde. En lugar de salir de la sacristía mayor hacia la nave, los celebrantes han recorrido el claustro alto, han descendido a través del Museo Catedralicio al claustro bajo y, desde allí, han ascendido por las escaleras que ascienden hasta la Puerta del Sarmental, dedicada al ministerio episcopal. Mientras tanto, han cantado las letanías de los santos, con especial recuerdo a los santos burgaleses. De esta forma, se recordaban los 950 años del traslado de la sede de Oca a Burgos y, especialmente, se subrayaba lo que significa la sucesión apostólica para la Iglesia.
En el presbiterio, al comenzar la celebración, había cuatro signos que recordaban a las cuatro sedes que la historia indica que han tenido obispo en la historia de la archidiócesis. La sede de Amaya, la de Muñó, la de Valpuesta y la de Oca. Y, representadas a través de unas plantas aromáticas, que recuerdan también el buen aroma de Cristo que ha pretendido quedar en la historia a través de la presencia de la Iglesia en esta tierra. La sede de Burgos estaba representada por la nueva cátedra, que Mons. Iceta ha bendecido al comienzo con el incienso.
Otro momento simbólico ha sido en el acto penitencial, cuando el arzobispo ha asperjado agua bendita, traída del manantial de san Indalecio de Oca, con la que se ha hecho el gesto de la renovación del bautismo.
Antes del Evangelio, en la secuencia de Pentecostés, se han acercado al presbiterio siete realidades que muestran la diversidad y riqueza de vocaciones en la archidiócesis: estaban representados los misioneros y los extranjeros que viven aquí, los religiosos, las religiosas, los seminaristas, los matrimonios y las personas de distintas edades, a través de unos niños y de una anciana en silla de ruedas, junto a su cuidadora. Ellos han manifestado la presencia del Pueblo de Dios en este Pentecostés, en el momento previo a ser acogido Cristo con la Palabra.
«Recibimos el Espíritu Santo como sembradores de esperanza»
En su homilía, Mons. Iceta ha subrayado que, sin el don del Espíritu Santo, «no podemos alcanzar la plenitud a la que Dios nos llama», y ha definido al Espíritu como «el Espíritu consolador» que acompaña en medio de la dificultad y sostiene la esperanza. A imagen de Pentecostés, el arzobispo ha recordado que la diversidad de culturas, lenguas y carismas «se unen en un único lenguaje, el del amor», y que este es el auténtico modo cristiano de vivir y dar vida: «Vivir es amar».
Con ocasión del 950 aniversario del traslado de la sede episcopal, el prelado ha hecho memoria de los santos, mártires, misioneros, consagrados, sacerdotes y laicos que han edificado la Iglesia burgalesa durante siglos. Ha recordado su aportación a la evangelización, la cultura, la educación y el servicio a los pobres, subrayando que «es un día para dar gracias a Dios por tantos dones».
Finalmente, en referencia al Jubileo universal, ha animado a todos a ser «sembradores de esperanza», llamados a anunciar el Evangelio en medio de un mundo herido por el desamor. Mons. Iceta ha concluido encomendando este camino a la Virgen María, a quien Burgos profesa una especial devoción: «Que ella sea vida, dulzura y esperanza para todos sus hijos».
En el momento de las ofrendas se ha subrayado la alegría de la fiesta y el esfuerzo del trabajo. La alegría de la fiesta a través de una blusa y de unos pañuelos de las cuadrillas, que en este domingo remiten especialmente a Miranda de Ebro, donde se celebran estos días las fiestas de San Juan del Monte. Y, en la otra, herramientas de trabajo, antiguas, junto con unas alpargatas y una faja.
En la celebración han participado más de treinta autoridades civiles y militares y representantes de la sociedad civil de la provincia, así como los miembros del Consejo Pastoral Diocesano, representantes de los consejos pastorales arciprestales y fieles de toda la provincia. La ceremonia ha estado animada por la Orquesta y Coro de la Universidad de Burgos (UBU), que ha interpretado la Missa pro pacem del compositor Javier Centeno.
Al concluir, la archidiócesis ha ofrecido en la plaza de Santa María un chocolate a todos los participantes, servido por El Gusto, la empresa de servicios de hostelería y catering que forma parte de EMBICO (Emprendimiento para el Bien Común), grupo promovido por Cáritas Diocesana de Burgos.
Y, tras el chocolate, HAKUNA Group Music, Alma de Revolución y SUM han deleitado a los más jóvenes con su música en una abarrotada plaza del Rey San Fernando. Un broche de oro a la celebración del Jubileo que la Iglesia en Burgos ha conmemorado en este domingo de Pentecostés.