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La ciudad de Burgos ha vivido este domingo la ceremonia de clausura del año jubilar Peregrinos de Esperanza en la catedral de Burgos, que ha marcado el fin de un tiempo santo de gracia, conversión y esperanza vivida en comunión por toda la archidiócesis. El acto ha estado presidido por Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos, y ha congregado a numerosos fieles venidos de distintos puntos de la archidiócesis para dar gracias a Dios por este tiempo de gracia.

 

El Jubileo, que se inauguró solemnemente en la archidiócesis el 29 de diciembre de 2024 bajo el lema Peregrinos de Esperanza, ha coincidido además con la conmemoración del 950 aniversario del traslado de la sede episcopal de Oca a la ciudad de Burgos, un hito en la historia eclesial de la archidiócesis.

 

La celebración ha comenzado con una procesión de entrada hasta el altar mayor, en la que han participado, además de los concelebrantes, los miembros del Consejo Pastoral Diocesano, así como representantes de los arciprestazgos y de las delegaciones, departamentos y secretariados diocesanos. En el rito de apertura, hace un año, el arzobispo proclamó que esta etapa se inspira en la misericordia y la esperanza, invitando a vivir la fe de manera renovada.

 

La celebración eucarística ha estado jalonada por la centralidad de la cruz en el año jubilar, la oración de los fieles, la presentación de los dones, la comunión bajo las dos especies, el canto de acción de gracias, la bendición solemne y la despedida, que han tenido especialmente presente el Jubileo.

 

«La familia es imagen de Dios»

Durante la homilía, Mons. Iceta ha agradecido la participación de los fieles, especialmente de quienes han recorrido largos trayectos para acudir a la Catedral, confiando en que regresaran a sus hogares «con el corazón encendido por la gracia de Dios y la esperanza de este jubileo». Coincidiendo con la liturgia del domingo de la Sagrada Familia, el arzobispo ha subrayado la vocación del matrimonio y de la familia como camino de santidad, recordando que «la familia es imagen de Dios, que es comunión de personas, y no estamos hechos para la soledad».

 

El prelado ha destacado también que el matrimonio cristiano es signo del amor de Cristo por su Iglesia, afirmando que «cada cónyuge es cauce de la gracia que Dios ha establecido para el otro», y ha animado a acompañar con cercanía las fragilidades y dificultades de las familias, especialmente en el contexto actual.

 

Refiriéndose a la vida cristiana, Mons. Iceta ha advertido del riesgo de querer vivir la fe prescindiendo de Cristo, recordando que «lo esencial de nuestra vida cristiana es acoger el don de Cristo» y vivir «todo en su nombre, dando gracias al Padre». En este sentido, ha señalado que incluso en medio del sufrimiento y de las dificultades «toda nuestra vida es ocasión de dar gracias a Dios, que jamás nos abandona».

 

Al reflexionar sobre la figura de san José, el arzobispo ha puesto de relieve su actitud de confianza y disponibilidad ante la voluntad de Dios, recordando que «Dios inspira y sostiene nuestra historia, pero no ahorra dificultad ni sufrimiento», y animando a vivir el trabajo, el esfuerzo y la generosidad como caminos bendecidos por el Señor.

 

Una oportunidad de «renovación espiritual y eclesial»

En la parte final de la homilía, Mons. Iceta ha subrayado el sentido profundo del año jubilar Peregrinos de Esperanza, recordando que la esperanza cristiana «no es una ilusión ni un deseo humano, sino la certeza fundada en el amor de Dios manifestado en Cristo, que nunca nos deja». Ha destacado que este tiempo ha sido una oportunidad de «renovación espiritual y eclesial, de reconciliación con Dios y con los demás, y de suscitar nuevos caminos de evangelización».

 

El arzobispo ha recordado que el Jubileo se ha traducido en gestos concretos de caridad y justicia, especialmente con los pobres, los migrantes, los enfermos, las personas mayores y las víctimas de la trata de personas, y ha insistido en que «terminar el Jubileo no significa terminar nuestra vida cristiana, sino abrir un tiempo nuevo de historia de salvación personal y eclesial».

 

Finalmente, Mons. Iceta ha confiado a la Virgen María los frutos de este año jubilar, pidiendo que siga acompañando a la archidiócesis «en la esperanza que no defrauda y en el amor que brota de Cristo, Señor de la historia y de nuestras historias».

 

La celebración ha contado con la participación de la Orquesta y Coro del Conservatorio Profesional de Música Rafael Frühbeck de Burgos que ha acompañado la celebración eucarística con piezas que han resonado en el templo mayor de la archidiócesis, realzando el ambiente de acción de gracias y fiesta.

 

Al término de la misa, el arzobispo ha agradecido a todos los que han participado activamente en las celebraciones jubilares y ha invitado a todos los asistentes a un chocolate caliente con bizcochos.

 

Con este acto, la archidiócesis de Burgos pone punto final a un año jubilar que ha tenido como eje la esperanza cristiana, animando a todos a vivir la fe con renovada confianza y compromiso en medio de los desafíos del mundo actual.