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El Seminario de San José ha acogido hoy la segunda edición del encuentro sinodal de Pentecostés, una propuesta nacida a la luz de la Asamblea Diocesana para «propiciar una espiritualidad y un estilo permanentes que nos ayuden constantemente a “caminar juntos”» como Iglesia sinodal. El primer anuncio y algunas de las propuestas emprendidas a raíz de ese proceso han marcado la jornada, que ha contado con varios momentos de reflexión a través de talleres rotativos, un panel de experiencias sobre distintas propuestas eclesiales y una eucaristía, presidida por el arzobispo.

 

Si el primer anuncio ha marcado la prioridad pastoral para este curso en la archidiócesis, también lo ha hecho en la jornada de hoy. La reflexión de la mañana se ha centrado en conocer distintas experiencias en este campo: el que se desarrolla en el ámbito de la pastoral juvenil; testimonios personales y comunitarios en distintos lugares de la provincia y una reflexión en pequeños grupos sobre cómo acompañar a las personas en y tras el primer anuncio, con la participación de los burgaleses que participaron en un encuentro en Madrid organizado por la Conferencia Episcopal sobre esta temática.

 

Tras la comida de hermandad, una animada sobremesa ha dado paso a un panel de experiencias surgidas en torno a la Asamblea Diocesana: el desarrollo de la campaña por el trabajo digno; la coordinación de la pastoral en los colegios de la fundación Manjón y Palencia y el testimonio de acompañamiento y acogida a migrantes en la parroquia de San Juan de Ortega y una familia.

 

Envío a la misión

 

El punto final de la jornada ha sido la celebración de la eucaristía, presidida por el arzobispo. En ella, don Mario Iceta ha instituido ministros extraordinarios de la comunión a casi un centenar de laicos que se han preparado para ello las últimas semanas y han sido enviados a desarrollar su tarea los equipos de pastoral en los colegios diocesanos.

 

Como hacían los diáconos en la primitiva Iglesia, los ministros de la comunión llevarán la eucaristía a los enfermos y los que no pueden participar en la celebración, para ser «la única Iglesia, que une el cielo y la tierra». «Somos la única Iglesia santa de Dios que lleva ese amor a todos los rincones donde es necesaria la voz de la misericordia», les ha dicho. También ha pedido para toda la archidiócesis el don del Espíritu, que es amor, verdad, unidad, alegría y misión, como ha explicado en su homilía. El único, en definitiva, capaz de revivir la tierra «desecada a causa de nuestro mal uso de la libertad», «para que nadie se sienta excluido y rechazado en las periferias de las soledades y las angustias».  

 

Por último, también ha pedido «por los miembros que sufren en el cuerpo de la Iglesia», en alusión «a nuestras hermanas de Belorado», y ha orado para que pronto «puedan encontrar el camino de vuelta a casa».