Desde 1997, la Iglesia celebra el 2 de febrero la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor, en este día se reconoce la entrega en el servicio a los hermanos de tantos religiosos y religiosas que, en la vida activa o a través de la contemplación, desgastan su vida en pobreza, castidad y obediencia. También la Iglesia de Burgos ha querido hoy agradecer su «entrega» y «trabajo», con los que «portan luz a lugares de oscuridad, como faros en la noche», «siembran esperanza en situaciones difíciles» y son «el fuego que calienta los corazones de la gente que necesita caminar en esperanza».
Con estas palabras ha resumido su vocación el arzobispo, que ha presidido la eucaristía de esta fiesta en la catedral. Para monseñor Mario Iceta, los religiosos «también rescatan a tantos hermanos de la indigencia». Lo hacen desde la pobreza, como María y José al presentar a su primogénito en el templo, «despegados de las cosas para que no acaparen nuestro corazón». De esta manera, los consagrados portan a la sociedad la luz de Jesús, la luz que es capaz de «iluminar este mundo tenebroso», el «fuego que purifica a la humanidad y da calor al frío de la noche, la soledad y el desamor».
Vencer el miedo
Numerosos religiosos y religiosas se han desplazado hasta el primer templo diocesano a pesar del frío y la lluvia, que se han convertido en «un desafío y una prueba de amor». Allí, ante el arzobispo, han renovado los votos que profesaron el día de su profesión. «Hoy sois purificados por el Señor para limpiar el polvo que se pega en el camino de nuestra consagración, para renovar la entrega», les ha trasladado el prelado. «Esta purificación está hecha de modo admirable, porque el Señor nos purifica en él. Es el sumo sacerdote misericordioso y fiel, él nunca apaga su luz, no aparta su amor de nosotros y nos restaura de nuestras caídas y renuncias. Él aniquila el miedo a todo lo que genera muerte: el miedo a la soledad, al futuro; el miedo a quién acompañará mi vida, el miedo a la capacidad de perdonar, de compartir, el miedo a los desafíos de mi vida».
Con esta celebración, los religiosos también han celebrado su Jubileo en este Año Santo de la Esperanza, en una eucaristía en la que se ha rezado de forma especial por los burgaleses que representarán a la archidiócesis en el próximo congreso nacional de vocaciones, que se celebra este mes en Madrid.