TT Ads

Tras más de 28 años en Honduras, y tras unas breves vacaciones en su tierra, en Barbadillo de Herreros, el obispo emérito de San Pedro Sula, Mons. Ángel Garachana CMF ha decidido volver para quedarse a la diócesis de la que es emérito. Explica que es una decisión que ya tenía tomada antes de venir a España, «porque después de 28 años de misionero, allá está mi corazón. Me he ganado el corazón de la gente, pero también ellos se han ganado el mío. Y, donde está el corazón, está la persona, porque el corazón y el amor son lo más importante en la vida».

 

Monseñor Garachana vuelve a Honduras pero lo hace, además, yendo a una barriada marginal «para seguir colaborando en todo lo que pueda, mientras Dios me dé salud para el trabajo pastoral». «Tenía varias posibilidades –explica– que estuve manejando, porque yo no quiero vivir solo. Haciendo un discernimiento, decidí ir a vivir con los claretianos, que llevan dos enormes parroquias en la zona suburbana. Son parroquias marginales, en torno a 70.000 habitantes cada una. Así que me voy a las órdenes del párroco, a colaborar en lo que me pida». 

 

Y es que San Pedro Sula es una ciudad que tiene aproximadamente 1 millón de habitantes, en la costa norte del país, y es donde se concentra mayoritariamente la industria. «Tiene colonias bonitas, pero también zonas marginales donde se concentra toda la gente migrante que viene del campo. Ese es el contraste de San Pedro Sula».

 

El obispo emérito enfatiza la importancia de construir comunidades sociales y eclesiales, porque «al ser gente migrante, son como cantos rodados. No tienen lugares de referencia». Un método muy práctico para desarrollar estos grupos es lo que se conoce como ‘comunidades eclesiales de base’, que en San Pedro Sula suman más de 1.600. «Son gente sencilla, ocho o diez personas, que se reúnen en casas, compartiendo la vida, la Palabra, los compromisos, con un método y un material que ya tenemos preparado. Estamos creando esa pequeña comunidad de barrio, de vecinos», señala el misionero claretiano.

 

La violencia también es otro de los problemas que azotan a la ciudad de San Pedro Sula. «Por ejemplo, tenemos un proyecto para jóvenes desarraigados de la familia. Acogemos a niños que vivirían en la calle, les garantizamos la educación en las escuelas, una biblioteca o un lugar de estudio y, por la tarde, van a convivir y a formarse para poder trabajar», sostiene.

 

Monseñor Garachana va a pasar una Navidad más en Honduras, y nos cuenta cómo se vive este acontecimiento allí: «En San Pedro Sula estamos con una temperatura de 30 grados, así que no es la Navidad del invierno, de la nieve… que podemos vivir en Burgos. Pero hay dos influencias: la católica, con sus villancicos, sus celebraciones litúrgicas, los belenes, las posadas… y al mismo tiempo está todo lo que llega del norte, de Estados Unidos, con su Papá Noel, los renos…».

 

Eso sí, la tradición cristiana sigue predominando: «Las posadas son una tradición vivísima», explica el misionero burgalés. «Es la representación de José y María buscando posada en Belén para el nacimiento del Niño. No les abren y, desde dentro, unos cantan, desde fuera, otros responden… Se va haciendo cada día en una casa. En las primeras no les abren, y al final los acogen, se sacan los tamales, se comparte… Y la Nochebuena se celebra en familia, alrededor del belén», concluye monseñor Ángel Garachana, obispo emérito de San Pedro Sula.