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Las calles de Burgos han arropado una año más al Santísimo Sacramento que ha procesionado por el centro de la ciudad. En la custodia y sobre la carroza de plata del maestro Suárez, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo ha vuelto a recorrer –tras la celebración eucarística presidida por el arzobispo– la plaza de Santa María, la calle Nuño Rasura, el paseo del Espolón, y las calles de Santander, Laín Calvo y La Paloma. Lo ha hecho acompañado por el propio arzobispo, un nutrido grupo de sacerdotes, gran parte de la Corporación Municipal y la Provincial, las autoridades militares de la ciudad y las cofradías y hermandades.
Además, en el desfile procesional con el Santísimo han participado la Agrupación Musical de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento y Jesús con la Cruz a Cuestas, la Escolanía de los Pueri Cantores de la Catedral y la Banda de Música Ciudad de Burgos, y también Tetín y los Danzantes, los Gigantones y los Gigantillos, que han aportado la dosis de folclore a la tarde. La lluvia, que ha amenazado con su presencia hasta el último momento, ha permitido finalmente que la procesión se haya realizado en su recorrido completo, dejando bellas estampas a su paso por las calles de Burgos.
Al finalizar el recorrido, el arzobispo ha impartido la bendición con el Santísimo desde un altar improvisado instalado a los pies de la Catedral, en la plaza del Rey San Fernando.
Ser «servidores de la paz»
Antes, durante la celebración eucarística –en la que también ha participado el arzobispo emérito, Mons. Fidel Herráez Vegas–, Mons. Iceta ha subrayado en su homilía que «la Eucaristía es la ofrenda permanente del Señor, su cuerpo y su sangre entregados para que nuestra vida alcance su plenitud». En un templo lleno de fieles, el arzobispo ha recordado que «tantas veces oímos esas palabras, ‘toma y come’, que casi pierden fuerza, pero nadie más nos ofrece su vida entera como lo hace Cristo». Por eso, ha añadido, «la Eucaristía es lo que el mundo necesita» y ha señalado tres aspectos esenciales: el amor, la unidad y la paz.
En primer lugar, el prelado ha destacado el vínculo entre Eucaristía y caridad, al celebrarse también el Día de Cáritas. «Como en la multiplicación de los panes, el Señor pide nuestros pocos dones para multiplicarlos en favor de los demás», ha señalado, animando a ofrecer vida, tiempo y servicio a quienes más lo necesitan. A continuación, ha hablado de la Eucaristía como sacramento de unidad: «Así como el pan se hace de muchos granos, la Iglesia se edifica en la diversidad unida en un solo cuerpo». Esta comunión, ha indicado, debe reflejarse en la vida familiar, eclesial y social.
Por último, ha subrayado la dimensión pacificadora del sacramento, en un momento marcado por la escalada de tensiones en el mundo: «Nos hemos despertado estos días con una guerra más. La paz que el Señor nos da no es como la que ofrece el mundo, fruto de equilibrios frágiles y de intereses políticos. Cristo nos da su paz desde la entrega total, desde una cruz que engendra vida nueva», ha señalado Mons. Iceta.
«La paz de Cristo nace de una sangre derramada, de un amor entregado en la cruz. Es una paz que serena, que cura, que restaura». Frente a la violencia, el individualismo o la desesperanza, Mons. Iceta ha animado a los fieles a dejarse transformar por la Eucaristía: «Sólo un corazón convertido puede ser fuente de paz verdadera, portador de una luz humilde pero capaz de iluminar la noche», y los ha invitado a ser «servidores de la paz que nace de un corazón convertido».