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El arzobispo ha acompañado, un año más, a los religiosos y consagrados de la archidiócesis en la celebración de la jornada de la vida consagrada. Más de doscientas personas se congregaron en la seo metropolitana con motivo de esta solemne ocasión.

La celebración dio comienzo en la capilla de los Condestables de la Catedral, donde se ha presentado una cruz-relicario, que aúna en su entramado las reliquias de los mártires de nuestra archidiócesis durante la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo (en el travesaño horizontal) junto con las reliquias de los santos fundadores de aquellas congregaciones religiosas que han emplazado una comunidad en nuestra archidiócesis (en el travesaño vertical).

Es este signo un fruto visible de la celebración del Octavo Centenario de la Catedral de Burgos, ya que surgió como una propuesta de CONFER diocesana, acogida por la comisión organizadora de dicha efeméride. Hoy, pues, el arzobispo ha pronunciado la oración de bendición y, seguidamente, ha incensado la cruz-relicario. Inmediatamente, se han bendecido las velas y se ha encaminado la procesión hacia la capilla de Santa Tecla, donde ha tenido lugar la Eucaristía.

Durante la misa, los religiosos allí congregados han renovado su intención de servir al Señor, al que un día se consagraron en pobreza, castidad y obediencia. Con honda emoción, dos religiosas fueron glosando dichos votos y renovando, ante el arzobispo, su promesa de fidelidad y entrega a Dios.

El arzobispo les ha animado también a hacer entrega y donación de si mismos a Dios, que llena de luz nuestras oscuridades. Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa ha agradecido la presencia tan viva y luminosa de tantos carismas de institutos de vida consagrada en nuestra archidiócesis.

Ha pronunciado su homilía en torno a cuatro ideas: esperar, ofrecer, luz de las naciones y ver al Salvador. «¡Qué importante es aprender a esperar y esperar bien! Nuestra vida está sostenida por esperanzas cotidianas, como el cariño de la comunidad religiosa a la que pertenecemos, pero la gran esperanza es Dios. Ojalá aprendamos a esperar en grande».