Con la imposición de la ceniza y la llamada a la conversión, la Iglesia ha iniciado hoy el tiempo de Cuaresma. Con ese motivo, el arzobispo de Burgos ha presidido este 5 de marzo la santa misa en el Miércoles de Ceniza en la capilla de Santa Tecla de la catedral de Burgos. Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa que ha estado acompañado por el arzobispo emérito, Mons. Fidel Herráez Vegas, y gran parte del Cabildo Metropolitano de Burgos, ha recordado que estos cuarenta días son «una invitación del Señor para prepararnos a la Pascua».
En su homilía, el prelado ha desarrollado su mensaje en torno a cuatro claves: el significado de los cuarenta días, la necesidad de rasgar el corazón, el valor de la ceniza y las prácticas cuaresmales de la oración, el ayuno y la limosna.
El arzobispo ha comenzado recordando que «en cuarenta días el Señor nos va a invitar a su mesa, donde nos va a dar su cuerpo y su sangre». Ha instado a los fieles a preguntarse cómo desean presentarse ante esta cita: «Tengo cuarenta días para prepararme, no puedo perder el tiempo».
A partir de la lectura del profeta Joel, ha subrayado la importancia de la conversión interior: «Rasgad vuestros corazones, haced penitencia… porque tenemos que hacer penitencia de lo rácanos y cortos y pequeños que respondemos a la inmensa gracia y amor del Señor». Ha advertido que «el corazón no puede estar vacío, siempre tiene que estar lleno», y ha invitado a los fieles a dejar que Dios tome posesión de él: «Os arrancaré el corazón de piedra… y os daré un corazón de carne, capaz de ser misericordioso».
Sobre el símbolo de la ceniza, el prelado ha explicado que ésta recuerda nuestra fragilidad y la llamada a la conversión: «Si nos despojamos del todo, sentimos la vergüenza de no ser nada, de ser polvo, de volver al polvo». Ha vinculado este signo al relato del hijo pródigo: «Volver a casa de mi Padre para ser un jornalero… pero el Padre dice: Tú siempre eres y serás hijo».
Finalmente, ha expuesto el sentido de la oración, la limosna y el ayuno. Ha señalado que la caridad es la base de todo: «Somos lo que amamos». Ha exhortado a la oración como encuentro con Dios: «No es tiempo perdido, es tiempo esencial». Y ha llamado a un ayuno sincero que nos libre de autosuficiencias: «Para que la carne limpia que el Señor me da no esté llena de aderezos y de costras».
Mons. Iceta ha concluido su homilía pidiendo la intercesión de la Virgen María: «Pedimos a la Virgen que nos acompañe en este camino, para que nuestra conversión sea profunda y sincera y podamos acceder agradecidos y conmovidos a la invitación a la Pascua que pronto el Señor nos va a dirigir».