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Los evangelios relatan que, en el momento de la crucifixión, las tinieblas invadieron aquella región. Colgado del madero, Cristo pronunció algunas frases que se han convertido en objeto de meditación en el ‘ejercicio de las siete palabras’, una tradición que realiza la Iglesia, de modo particular en Semana Santa, desde el siglo XVI, por influjo del jesuita Francisco del Castillo.

Desde el año 2018, la cofradía de Las Siete Palabras revive cada Martes Santo esta devoción. Las sentencias grabadas en 1902 por la Casa Quintana en siete cuidadas cruces de cristal a modo de faroles han iluminado la noche burgalesa. Siete palabras que parecían salir de labios del Santísimo Cristo de Burgos, la imagen de cuidado realismo que también ha procesionado a hombros de sesenta porteadores.

El Cristo articulado –réplica de que se conserva en la catedral– ha salido del templo pasadas las diez y cuarto de la noche para recorrer las calles de Santa Águeda –con una parada ante la Virgen de la Soledad e intercambio de flores entre las cofradías titulares de ambas imágenes–, Barrantes, Eduardo Martínez del Campo, paseo de la Audiencia y las plazas del Rey San Fernando y Santa María, para concluir el itinerario en el punto de partida. Durante el trayecto, varias paradas para reflexionar sobre las últimas palabras de Jesús antes de morir en la cruz con un frío más propio del invierno que de la primavera. El arzobispo, don Mario Iceta, ha presenciado el paso del Cristo desde el balcón de la Casa de la Iglesia, frente al que se ha leído una de las meditaciones.