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Este sábado, 4 de mayo, dos aspirantes al sacerdocio han recibido de manos del arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, el sagrado orden del diaconado. Se trata de Guillermo Pérez Rubio, seminarista del Seminario Diocesano de San José, y de Fr. Enrique García Malo ECMC, monje del Yermo Camaldulense de Nuestra Señora de Herrera. Desde hoy, ambos son diáconos y, por tanto, parte del clero, están al servicio de la Iglesia en Burgos y un paso más cerca del sacerdocio. La misa, celebrada en el altar mayor de la catedral de Santa María de Burgos, ha contado con gran participación del clero diocesano, que ha concelebrado, con la comunidad de monjes del Yermo, que cumplen 101 años de presencia en la archidiócesis de Burgos, y con un numeroso grupo de fieles que se ha reunido para acompañar a los dos nuevos diáconos.

 

En su homilía, el arzobispo de Burgos ha comenzado recordando a los ordenandos la importancia de las promesas que van a realizar, y hablando del origen del diaconado: «Entre los primeros cristianos se plantea el problema de cómo servir las mesas de las viudas. Para ello eligen hombres de fe y de servicio, que son movidos por el Espíritu Santo. Hombres que despliegan las velas para mover el barco no con el motor, sino con el soplo del Espíritu. Así nacen los hombres de servicio, la diaconía. Servidores de la mesa de las viudas, de la mesa del altar y de la mesa de la Palabra».

 

Mons. Iceta también ha hablado de tres palabras que deben marcar la vida cristiana. «Son recibir, ofrecer y comprometerme. Recibir el don de Cristo, ofrecer lo que he recibido y, luego, comprometerme. Cuando se empieza por lo último, la vida cristiana se convierte en un mero compromiso, un nuevo pelagianismo», ha dicho, citando al papa Francisco.

 

«Déjate limpiar por el Señor. Dejarme lavar los pies lleva una enorme dosis de humildad. ‘Yo, que no necesito de nadie. Pues sí, tú necesitas que te laven los pies’», ha asegurado el arzobispo. «El día que nos cansemos de limpiar los pies no podremos sentarnos a la mesa del Señor, porque el Señor nos lava los pies en su mesa», ha afirmado.

 

Tras la homilía, los ordenandos ha realizado las promesas, se han rezado las letanías con ellos postrados en el suelo, y tras ese momento, el arzobispo les ha impuesto las manos sobre la cabeza, quedando ordenados diáconos.

 

Con la ordenación diaconal, estos dos jóvenes podrán administrar el sacramento del bautismo y presidir los matrimonios y las exequias, así como exponer el Santísimo Sacramento, distribuir la comunión y proclamar el evangelio y la oración de los fieles en las celebraciones litúrgicas. Además, en cuanto «servidores», se comprometen a vivir de acuerdo con la Palabra de Dios que predican, teniendo especial predilección en el cuidado y atención de pobres y enfermos.

 

«Ser diácono es estar disponible ante las necesidades de las personas»

Uno de los dos jóvenes que ha recibido la ordenación diaconal este sábado, Guillermo Pérez, ha pasado por los micrófonos de ‘El Espejo’ de COPE Burgos. Allí aseguraba, este pasado viernes, que sueña con ser un diácono -y, en el futuro, un presbítero- «que esté cercano a la gente, que sepa atender y escuchar sus inquietudes, sus necesidades, todo lo que llevan en el corazón, sin juzgar, pudiendo llevarles la Buena Noticia».

 

El joven ha narrado cómo le contó al papa Francisco, en la reciente audiencia que concedió a la comunidad del seminario de Burgos, que en tan solo una semana iba a ser ordenado diácono. «Él me dio su bendición. Fue un don el poder estar allí con el Santo Padre, un momento que no olvidaremos, tanto mis compañeros como yo».

 

El seminarista también ha señalado que ser diácono le servirá «para ponerse al servicio» de cara a su futura ordenación presbiteral. «Me servirá para no ser yo el centro, sino estar siempre en total disponibilidad a la Iglesia y a las necesidades, a la caridad, como nos decía además el Papa, y para poder configurarme en Jesucristo Siervo. Sobre todo, el estar disponible ante las necesidades de todas las personas, para escuchar, para atender, para animar, para consolar, para llevar la alegría de Jesús y para anunciar siempre al Señor».

 

Guillermo también ha explicado cómo ha vivido su preparación para este día. En especial, durante el tiempo que ha pasado de pastoral en las parroquias de la archidiócesis, «impartiendo catequesis, yendo a reuniones, liderando grupos de adultos, de jóvenes, convivencias… a nivel diocesano vas tomando mayor conciencia de la realidad de la Iglesia local, aquí, en Burgos, y participando y teniendo más responsabilidades a nivel diocesano».