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El arzobispo, don Mario Iceta, ha presidido, del 31 de agosto al 3 de septiembre, la última peregrinación a Lourdes, organizada por la Hospitalidad Diocesana. 150 personas, entre enfermos, familiares, acompañantes y voluntarios, han participado en esta expedición, en la que no han faltado los tradicionales actos que cumplen los peregrinos que acuden al santuario mariano. La lluvia, intermitente durante todo el fin de semana, no ha impedido la celebración de la eucaristía en la gruta, la procesión con el Santísimo Sacramento, la popular procesión de las antorchas, la misa internacional o el tradicional viacrucis. También hubo tiempo, incluso, para celebrar un día de convivencia con todos los peregrinos en torno a una paella y otros productos burgaleses. 

«Ha habido muy buen ambiente», sobre todo, «entre los jóvenes voluntarios», que han realizado un «gran esfuerzo» y «han aprendido estos días a tratar con ancianos y enfermos y descubrir las dificultades de la vida», tal como señala Andrés Picón, consiliario de la Hospitalidad Diocesana de Nuestra Señora de Lourdes, y que ha acompañado la expedición. 

La misma impresión tiene Leyre Alonso de Linaje, de 17 años, que ha acudido como voluntaria, acompañada en esta ocasión por su hermana y otros dieciocho jóvenes, con los que se ha generado un buen ambiente: «En pocos días hemos creado una buena amistad entre los jóvenes», explica. «He aprendido mucho de los enfermos y me ha marcado mucho la experiencia», cuenta.

Desde pequeña acompañó a su abuelo al santuario, hasta que decidió enrolarse el año pasado como voluntaria para acompañar a los enfermos en todo lo que hiciera falta. «Las personas mayores nos han querido, nos han hecho reír contándonos sus experiencias y testimonios y eso te reconforta. Siempre te dan las gracias por todo lo que haces y eso te anima a seguir y colaborar de nuevo».

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