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La Catedral completamente a oscuras, únicamente iluminada por la llama del fuego a bendecir. Así ha comenzado la Solemne Vigilia Pascual presidida por el arzobispo, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa. Tras la bendición de fuego y encender el cirio pascual, todos las personas que se han dado cita en la nave central de la Catedral han ido encendiendo sus velas. Poco a poco la luz iba iluminando el templo en esta noche en vela en honor del Señor.

Después de las primeras lecturas, recorriendo la historia de la Salvación a través del Antiguo Testamento, con el himno del Gloria, se terminaba de iluminar la Catedral por completo y las campanas repicaron para anunciar que Cristo ha resucitado y que vive entre nosotros. Después de las lecturas del Nuevo Testamento, precedidas del aleluya, canto omitido durante la Cuaresma, ha llegado el momento de la homilía del arzobispo.   Mons. Iceta ha explicado que la Vigilia Pascual es «una celebración llena de signos que tienen que ver con Cristo y, por tanto, con cada uno de nosotros. Llevamos cuarenta días de Cuaresma esperando esta noche». En ese sentido, ha señalado «Cristo se ha presentado esta noche como luz. Hemos bendecido el fuego, imagen del Espíritu Santo, que es calor y luz y tiene que prender en nuestro corazón».

El Evangelio ha señalado cómo fueron las mujeres al sepulcro de Jesús, para embalsamar su cuerpo, y cómo vieron que la piedra del sepulcro estaba corrida. En ese sentido, el arzobispo se ha preguntado «¿quién moverá la piedra de tu sepulcro? ¿Quién moverá la piedra de tu corazón? La que no te deja amar con plenitud. La que no te deja vivir y ver las maravillas que el Señor hace en tu vida. ¿Quién me correrá la piedra cuando yo también esté en el sepulcro? ¿Será Cristo el Señor? ¿Veremos esas manos llagadas y cicatrizadas, ese costado abierto, que nos invitan a compartir esa vida que el ha vencido para siempre?».

Mons. Iceta ha recordado que es «una noche de dar tantas gracias al Señor y ojalá nuestra vida sea siempre un canto de acción de gracias porque todo es gracia y es don del Señor, incluso en nuestra caídas, Él manifiesta su infinita misericordia» «Esta noche nos alegramos con la Virgen María, la que sostuvo la fe de los apóstoles, la mujer fuerte y fuente de esperanza, la madre que siempre espera por sus hijos. Pedimos que en la alegría de la Resurrección también nosotros podamos participar desde hoy cada día de nuestra vida y por toda la eternidad», ha concluido su homilía.

Tras la homilía, se ha bendecido el agua que el arzobispo ha rociado sobre los fieles presentes en el templo, tras renovar las promesas bautismales. Después ha continuado la celebración del rito de la eucaristía.