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Mariana Rocha Celestino llegó a España hace 21 años. Su cuñado llevaba tiempo residiendo en Burgos y sintió la necesidad de «probar» por un año cómo era eso «del día a día en Europa», a pesar de que en La Plata tenía una «vida acomodada». «Yo soy psicóloga y tenía varios trabajos de los que ocuparme; era profesora en la universidad y tenía mi propio consultorio y trabajaba en dos clínicas –una de ellas para jóvenes con discapacidad– y ya tenía dos hijos», recuerda. La idea de venir a España no le motivaba demasiado, pero la coyuntura económica en Argentina y la imposición del corralito la empujaron a tomar la decisión, animada por su marido, quien se adelantó apenas quince días en el viaje.

Acá llegó con sus dos hijos (con 3 y 6 años), con todos los papeles en regla y el permiso de residencia ya tramitado en la embajada argentina. Reconoce que su primer año en Burgos «no hizo nada» y tras darse cuenta de que «lograr algo requiere tiempo», encauzó su vida. Buscaron un emplazamiento donde abrir el tercer negocio de su cuñado y lo encontraron en Aranda de Duero, donde residen desde entonces en un piso de alquiler. Por fortuna, «la tienda nos dio de comer desde el primer día» y en la Ribera han acabado asentando su vida. Incluso aquí ha nacido su tercera hija y sus tres retoños son unos arandinos más, perfectamente integrados. 

Reconoce que en estas dos décadas en Aranda «ha pensado volver» a su tierra en más de una ocasión. «Es muy difícil dejar tu gente, tu historia, tus sabores, tus olores, tus paisajes, unas navidades en verano…». Pero ahora se ha dado cuenta de que «este es mi sitio». Cuando Luz, su hija mayor, regresó a Argentina para completar sus estudios universitarios, «me di cuenta de la diferencia; me di cuenta de que lo que necesitaba estaba aquí», relata convencida. Y la hija también, que optó por volver a Aranda.

Con el transcurso de los años, Mariana decidió convalidar su título de psicóloga con la intención de que se le abrieran nuevas oportunidades laborales. Fue así como acabó trabajando en el programa de atención a la drogodependencia de Cáritas en Aranda, «aunque aquí hacemos un poco de todo y atiendo cualquier necesidad terapéutica». También trabaja ayudando a migrantes a encontrar un trabajo y colabora con la delegación de Pastoral para las Migraciones del arciprestazgo, ribereño ayudando a alcanzar el sueño de una vida nueva a aquellos que, como ella, también han dejado su tierra. 

«Les es de gran ayuda que yo haya vivido su misma experiencia y se abren mejor a contar sus dificultades y logros, y eso es bastante enriquecedor». Desde su vivencia y el acompañamiento a extranjeros, reconoce que siempre se concitan «como dos fuerzas opuestas», «la de las oportunidades y “lo otro”, que siempre te tira para atrás», como la nostalgia por la tierra y la familia e, incluso, «la gente que aquí no te ayuda tanto». Con todo, «te mantiene que lo poco que avanzas lo tienes ya asegurada». 

Mariana Rocha reconoce que el «recelo» por los extranjeros es normal, aunque sueña con que España pueda vivir la mezcolanza de culturas que se vive en su Argentina natal fruto del flujo migratorio de Europa. «Es normal que la gente se mueva, el mundo es de todos, no es propiedad privada», reflexiona. «La gente es libre para migrar o quedarse». «Normalicemos la migración, es parte del paisaje y la sociedad; va a ocurrir y está ocurriendo». 

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